24 de enero
Mi querido Castor
¿En qué quedamos, mala personita? ¿No se alegra usted de mi permiso? ¡Pequeña muertísima! Figúrese que también yo, al ver que un tipo volvía de París todo aplastado, sentí una suerte de desencanto que aún no ha desaparecido. Pero es puro juego, ¿sabe? Que nos lo supriman, a ver, nos pondremos a berrear los dos corno asnos. Por lo demás, no hay ningún peligro de que nos lo supriman, y cuando reciba esta carta, viernes sin duda, estaré a seis días de usted. Ahora, pensando a partir de hoy, pienso que dentro de ocho días a la misma hora estaré en el tren a punto de salir. Viajaré veintiséis horas y la primera noche seguro que estaré un poco atontado, pero tan contento. He escrito a mi madre que haga un paquete con la ropa y que lo deje en la portería, a donde «lo mandaré a buscar».
El día de hoy estuvo mayormente ocupado por una larga discusión con Pieter, a quien traté de vago ayer porque pretextando su hernia se negaba a colaborar en el servicio del carbón y quien, justamente indignado, alegaba los servicios que ha venido prestando a la comunidad desde el 1.° de septiembre de 1939. Paul se entrometió, y me reprocharon ser duro y pretencioso. Yo les reproché ser blandos y jilipollas, nos dijimos esas palabras irreparables que sólo se dicen en familia y que nosotros nos decimos cada quince días y después fuimos a hacer el sondeo. Le ahorro los pormenores del altercado, se parece tanto a los otros que ni siquiera lo escribí en mi cuaderno. Fuera de esto, trabajé en la novela, el capítulo sobre Boris marcha bastante bien y también escribí un poco sobre la metafísica, realmente creo que está bastante bien lo que estoy haciendo. Doy de nuevo con el dogmatismo pasando por la fenomenología, conservo todo Husserl, el serenelmundo,
y sin embargo acabo en un neorrealismo absoluto (en el que integro la teoría de la Gestalt). ¡Vaya!, dirá usted, qué ensalada. Pues bien, de ninguna manera: todo está juiciosamente ordenado en torno a la idea de Nada o acontecimiento puro en el interior del ser. He recibido una curiosa carta de un alumno algo interesante llamado Chauffard5 que no quería hacer de discípulo y que el año pasado «se resistía» con todas sus fuerzas. Me escribe que en junio dudaba de si presentarse a una agregación en letras pero que yo le aconsejé que hiciera filosofía y que ése fue un día decisivo para él, porque entonces decidió drásticamente cursar letras para jorobarme. «De manera que este año comencé la agregación en letras. Durante tres meses asistí más o menos regularmente a los cursos de francés y latín. Y luego, hace 10 días, me armé de valor y mandé todo a paseo porque era una lata, y pruebo a hacer filosofía. En ese momento, diez días atrás, me hallaba muy satisfecho de mí mismo y me consideraba un tipo bien. Pero poco después, contándole la historia a un tío añadí: "Sartre me lo dijo, que yo no podría hacer francés" y me desinflé. Creo que la verdadera razón del abandono es ésa. Creo que ya en octubre había decidido no continuar y me sentí muy disgustado.
Le escribo esto para que no se fíe. Seguramente lo sabe, pero usted es poderoso. Quiero decir que al lado de usted la brújula deja de señalar el norte. Además, no quiero cargarlo con una responsabilidad que no tiene. Yo era libre, al menos lo espero, pero le hablo así porque tenía que decírselo a alguien.» Misteriosamente, acompaña su carta con una larga epístola que un normalista filósofo y movilizado dirige a su mujer y donde entre dos «querido amor mío» le expone con complacencia la teoría de la Existencia de Antoine Roquentin.
Esta tarde recibí su paquete, gracias, dulce pequeña. Acto seguido empecé Gilles, seco y chirriante, que me parece infame. Llegaré hasta el final pero cogiéndome de la mano, como dicen aquí. Apenas si miré los de Romains, que me parecen otra vez mediocres, como los primeros de la serie. Así que Verdun lo atribuiremos a la casualidad.
Y esto es todo, querida pequeña, mi dulce pequeña. Cuánto la quiero en este momento. Verá usted, si algo me desencanta será el aire de París, el placer que puede encontrarse en sus restaurantes, qué sé yo. Pero no usted, pequeño Castor. Ah, qué ganas tengo de verla y de besarla y después, como antaño le decía, «de tomarla del brazo y explicarle mi teoría». Yo leeré su novelita junto a usted mientras usted lee los cuadernos, será delicioso.
La quiero.
He recibido una invitación para una exposición de Chagall (Galerie Mai — 12 rué Bonaparte) enviada por Gérassi (?) y cuento con que iremos ambos.
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