30 de septiembre de 2013

A SIMONE DE BEAUVOIR - 1940

25 de febrero
Mi querido Castor

Estoy de lo más contento: he recibido dos cartitas suyas. Todo va mucho mejor. Siempre va mejor cuando usted me escribe. Hoy me siento junto a usted y pienso que si es tan buena conmigo es que no debo de ser tan malvado como creía.

Figúrese que hoy he recibido, de un admirador epistolar llamado Alain Borne, un opúsculo de versos intitulado Cicatrices de songes. Los leí, me impacientó no poder entender la poesía y acto seguido me puse a escribir una «para probar». Aquí la tiene, se la doy por lo que vale, la consigné también en mi cuadernito, para mortificarme.

Fondus, les crissements de lumière sous les arbres morts.
En eau, les mille lumières d’eau qui cachaient leur nom
Fondu le sel pur de l’hiver, mes mains sèchent.
J’égoutte entre les maisons la douce étoupe grasse de l’air
Et le ciel est un jardin botanique qui sent la plante revenue.
Aux fenêtres des grandes halles désertes
Des fantômes poudrés voient couler dans les rues la lente colle noire
Fondues les aiguilles de joie blanche dans mon coeur
Mon coeur sent le poisson.
Printemps vénéneux qui commence
Ne me fais pas de mal
Mon coeur était si dur a la peine
Et voici qu’il s’écoeure de printemps
Printemps qui commence en mon coeur
Puissestu brûler comme une torche
Et que la pierre torride de l’été Touche et sèche les herbes souples.
Souffle embrasé j’ai glissé sur la pierre
Et les germes brûlaient, incendies per le vent
Souffle glacé sur la neige
J’ai glissé dur et transparent
Et le monde était de marbre et j’étais le vent
Mais voici revenu l’exil du printemps.

En su crítica puede ser todo lo ofensiva que quiera. Yo mismo no me siento orgulloso, contemplo con asombro este retoño, sorprendido de haber osado hablar de mi corazón y de tutear a la primavera, pero es que el género lo exige. Además no tiene precio, porque permite descubrir desde dentro lo que es el estado poético.

Fuera de esto, esta mañana un gendarme me despidió limpiamente del café y subí al primer piso de un sitio que en lo sucesivo será mi único refugio mientras esté aquí: el hogar del Soldado, organizado por el Ejército de Salvación. Se trata de un gran salón que como anteriormente se utilizaba para funciones de cine tiene la pared del fondo cubierta por una pantalla. Está montado con piadosa coquetería, largas mesas, manteles a cuadros sobre las mesas y ramos de flores, ¡imagínese!, sobre las mesas. Dentro hay cincuenta soldados silenciosos, leyendo, escribiendo, jugando a las cartas. Huele a club inglés, a asilo de ancianos y a biblioteca municipal. Por el medio de todo esto circula una vivaz ancianita de continente duro y malvado, que se desvive y vigila. No me compadezca, estoy mucho mejor aquí que en el A.D., y tan bien, en el fondo, como en el café. La vieja corretea y ni se la ve, los soldados hacen poco ruido, tienen ese no sé qué de apagado de los machos que van a la iglesia. Hay una radio tocando discretamente algunas melodías, esta mañana me sentí casi contento de estar aquí. El martes me vacunan por primera vez contra el tifus. A algunos los afecta un poco y a otros no. Si ese día no tiene carta, es que me ha chiflado. Me alegra bastante sacarme esto de encima de una vez. Alquilaré una habitación de aquí, como Pieter, y si me siento cansado me acostaré.

Amor mío, está usted preocupada por mi permiso: cómo esconder cinco días. Pero le digo: por ejemplo, verá usted a Z. tres tardes sobre cinco y yo las aprovecharé viendo a mis padres. A fin de cuentas, primero que dispondremos de todo el día para vernos, hasta las siete y media (usted comerá en el liceo) y después, cuando a eso de las once y media se haya separado de Z. (no se traslade todavía a su hotel, precisamente para poder dormir fuera con tranquilidad) aun tendremos toda la noche para nosotros. De este modo nos veremos más y más a gusto que en febrero, y podremos dar largos paseos. Por añadidura, también dispondremos de dos noches para nosotros, será novedoso y nos permitirá hacer algo de vida nocturna. Pero no encuentro esta vida tan agradable en París. ¿Es factible todo esto? Me parece que sí muy bien, pero con cierta cara. Además, quizá para entonces yo esté totalmente libre; las cosas parecen ir muy mal con T.: me ha escrito una carta loca de indignación en la que me pone peor que por los suelos, y después han pasado dos días y no me ha vuelto a escribir. Debe de guardarme un poco de rencor. Yo, por mi parte, le he escrito páginas y páginas con explicaciones, incluso le envié una carta de Bourdin que prueba claramente que ya no tengo relaciones con ella, pero no sé cómo lo tomará. Sé perfectamente que T. no puede tomar la iniciativa de la ruptura. Pero sí puede cometer una tremenda estupidez con su criollo o con el tipo de V. Brochard o cualquier otro y eso yo no lo podré tolerar.

Esto es todo respecto de mí, dulce pequeña. Imposible sentirme más unido a usted, sus cartas me han devuelto la alegría. La quiero con todas mis fuerzas. Cuídese mucho, pequeña mía que juega con su salud, descanse y trabaje bien.

Beso sus ojitos, adorable Castor.

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