19 de febrero
Mi querido Castor
No ha habido carta suya, hoy. Sólo unas líneas de Tania. Y encima, ahora, al cartero repartidor se le ha metido en la cabeza distribuirlas personalmente, es un fastidio, llegan más tarde. Me hubiese gustado saber qué es de usted, mi dulce pequeña. Pero quizá no ha tenido tiempo de escribir, no se sienta molesta por eso, se lo ruego. Pero en cambio, no deje de escribirle al boxeador. ¿Contestó usted a la Cía de Seguros? Yo he recibido dos cartas y las contestaré esta noche. Haga otro tanto,
piense en el pobre chofer ruso, tan simpático, que me rechazó la propina.
Hoy paso el día en el salón comedor del Hotel du Soleil, el tiempo es demasiado largo a decir verdad. Estos permisos descomponen un poco a sus beneficiarios. Aquí hay tres que están tocados. Yo no, pero pienso de tarde en tarde que no volveré a verla en mucho tiempo y a mi pesar lo encuentro duro. Figúrese que echo un poco de menos mis sondeos, le daban un sentido a la jornada y además los momentitos de lectura y trabajo quedaban recogidos entre ellos, compactos y tupidos. Ahora todo
resulta amplio y suelto. Sobra tiempo. No obstante he comenzado una teoría del tiempo bastante buena, creo; me da trabajo pero responde. Aunque no está terminada. Sólo me estoy ocupando de mis cuadernitos pero creo que a partir de mañana volveré a trabajar en la novela. Hay dos cosas que aún puedo escribir: JacquesMathieu y el rabioso paseo de Daniel cuando acaba de dejar a Boris y va a casa de Marcelle. Será usted tan buena de apremiar a Poupette, aunque evidentemente ha de llevar bastante tiempo mecanografiar todo eso. Pero me gustaría tener trabajo concreto y agradable, sería un gran cambio para mí. Con respecto a los libros, es inútil enviarlos ahora, pero el 28, cuando le paguen, tendrá que abalanzarse y enviarme un cargamento. Mañana le mandaré una lista. Seguimos sin saber nada de nuestra partida eventual. Si en este momento no tiene ni una perra no envíe nada, pobrecita, no dé más de lo que puede.
Me arreglo muy bien con Pieter. Sólo que el 1.° de marzo tendrá que enviarme 1.000 francos. ¿Es mucho de golpe? Sepa que T. me dice (de buenas maneras) que algunos pasajes de mi cuaderno la han «chocado profundamente», y que está de lo más desconcertada porque yo tengo una «vida íntima» y ella creía que no la tenía.
Esto es todo, mi querida pequeña, carta bien vacía ésta pero, ¿qué otra cosa decirle? Para ser sincero, el que está vacío soy yo, supongo que cualquier otro día me hubiera explayado tranquilamente sobre este café, sobre el regreso de Hantziger, qué sé yo... Pero ni siquiera es que no tenga ganas: no pienso en ello. Pero mire, no se ponga celosa del cuaderno, no hay otra cosa en él, en el día de la fecha, que la teoría del tiempo. Y ni se le ocurra pensar que estoy deprimido, amor mío: se trata de una pequeña melancolía que pasará pronto, tiene que hacerse uno su agujero, eso es todo.
La quiero con toda el alma, pequeña mía. Querría que estuviese aquí; todo iría bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario