20 de septiembre de 2013

A SIMONE DE BEAUVOIR - 1940

16 de febrero
Mi querido Castor

6 Personajes principales de La invitada.
Aquí estoy, de vuelta. Qué extraño me resulta escribirle. Y sobre todo reanudar el diluvio de cartas cotidianas. En mi horizonte está usted querida pequeña, y esto es todo. Cuánto la quiero, mi dulce pequeña, qué joyita de permiso he pasado con usted.

Es posible que el 2 de marzo nos marchemos de descanso por 3 o 6 meses. Esto le gustaría, querida pequeña. Sepa que se habla mucho de ello. Le ahorro los indicios pero aquí no se habla de otra cosa y no se hablaba de otra cosa en el tren. El dato parece serio y además es exacto que después de seis meses de frente las divisiones parten a la retaguardia para un descanso largo. Alégrese, por muchas razones, entre otras la de que tendré permisos de 48 y 24 horas. Debo decirle que estas noticias, encontradas al llegar, no contribuyeron poco a consolidar un humor que me esforzaba en mantener impávido.

En cuanto a la historia de mi viaje, aquí la tiene: desde las 9.40 hasta alrededor de las 16, tren. No estaba triste (había unos tipos muy abatidos y todos estaban silenciosos. Hacia el final un tipo tocó el banjo. Fue una impresión bastante fuerte) sino trastornado. Era sobre todo ternura por usted; por breves relámpagos, hacia Tania —y también una gran extrañeza y pequeños hábitos adquiridos durante el permiso— hábitos de ver, inclusive, esquemas perceptivos que dibujaban su sonrisa, por ejemplo, y que terminaban deshaciéndose al chocar con esta nueva realidad. Pero repito que no se trataba de tristeza y hasta me sentía casi feliz, creo que se lo podría llamar, si hay un estado que merece este nombre, patetismo. Leí. Después bajé en unos campamentos profundamente siniestros y oscuros donde nos amontonaban como ganado. No había más que tipos descorazonados o gruñones. Pero percibí claramente que lo siniestro y la tristeza son cuestión de voluntad, porque era algo
que sentía delante de mí y yo no estaba dentro y no quería estarlo. Dios mío, mi dulce pequeña, cuando pienso que durante el servicio militar me permití sentirme deprimido porque regresaba por cinco días a SaintCyr.

¡Qué vergüenza! Había botellas de cerveza y bebí, cine permanente y estuve tentado a ir pero me pareció una especie de cobardía, una manera de escapar a la atmósfera negra de las barracas y volví a la mía que olía a madera húmeda y que acabó por parecerme formidablemente poética. Me puse a escribir mis cartas y después me acerqué a la estufa y me puse a calentarme nalga contra nalga con otros soldados, fumando y pensando en usted con deleite. De vez en cuando me acordaba también de Tania rodeándome con sus brazos y diciéndome: «Cariñito mío, cariñito mío» y también esto me estremecía. Pero es curioso: hoy los recuerdos de Tania se han agostado, sólo existe usted. Amor mío, si pudiese saber cuánto la he amado estos dos días, dejaría de preguntarme qué es eso de un sentimiento en mi cabeza y renunciaría para siempre a llamarme sepulcro blanqueado. Pero debo decir que sigo siendo reservado con mis sentimientos, siempre podrían exteriorizarse más. Sobre todo ayer, porque entonces hubiese caído en lo lastimoso. Tras lo cual a las 21.20 nos hicieron salir de las barracas y fuimos a apretujarnos en un tren oscuro y helado (las tuberías de la calefacción estaban congeladas). El tren partió, sumido en la negrura, mis vecinos empezaron a resoplar y maldecir porque tenían los pies congelados, por lo que les aconsejé bajar en la primer parada y subir en el vagón delantero, donde era más probable que las tuberías no estuviesen congeladas. Yo mismo tomé la iniciativa de bajar y de correr por la nieve a lo largo del tren. Y, en efecto, el primer coche estaba la mar de caldeado y dormí plácidamente hasta las siete de la mañana. Tras lo cual conversé un poco con mi vecino, quien me informó que su capitán era radiestesista y verificaba el emplazamiento de sus secciones sirviéndose de un péndulo. Cuando el péndulo le informaba que una sección no se hallaba en el lugar que él le había fijado, el capitán cogía el teléfono y le soltaba una bronca a la sección. El tipo me exponía todo esto con objetividad y sin permitirse juzgar. Pero cuando terminó, dijo: «Además es un jilipollas». A las siete y media descenso del tren, nuevos campamentos en los que bebí un vaso de café y conversé con tipos que seguían muy sombríos y después un autocar me trajo hasta aquí. Bajé solo, los demás habían bajado antes o bajaban después. Es una pequeña ciudad sinuosa y en descenso con montones de cuestas empinadas, lo que produce un cierto simpático movimiento. Bajé por una calle al azar y, al pie, me fui al suelo con todos mis trastos. Un soldado que pasaba me reconoció y me llevó al C.G. De ahí fui al A.D., donde se me recibió con la sonriente indiferencia que preveía. Salvo Pieter, que se apoderó de mí y me llevó de inmediato a la taberna para cotillear sobre uno y sobre otro. Paul está de permiso, Mistler se ha marchado al C.G. del Cuerpo de Ejército. En cuanto a la situación, mañana se la comentaré con más detalles, pero en líneas generales: buenos restaurantes, pueblecito agradable, absolutamente nada que hacer. Pero nosotros, los sondeadores, no tenemos local propio. Somos catorce en una habitación tan grande como su cuarto y es bastante incómodo. De modo que me pondré a buscar un local. Tengo algo en perspectiva. Hoy he vuelto a mi cuaderno. No estoy triste sino vacío: lo importante es adquirir nuevos hábitos o, como dice Mistler, «hacerme mi agujero». 

Pues, aquí estoy, cariño, aquellos diez días de tanta pasión están enterrados. Pero habrá otros y puede que muy pronto. Querido amor mío, tengo la impresión de que ya no está usted demasiado triste. Quisiera hacerle sentir cuánto la amo, pequeña mía, y cuan unido me siento a usted. Tengo la sensación, como usted en otro tiempo, de no haberle dicho lo suficiente cuánto la amaba.

Beso con todas mis fuerzas sus queridas mejillitas. No se olvide el Selbona las 2 cajas de Halva la tinta para estilográfica Y si es posible enviar algo de dinero, hágalo. (Pero claro está que no necesita mandar quinientos francos.) Sepa únicamente que el mes que viene tendrá que enviar el suplemento porque pediré un préstamo a Pieter.

No hay comentarios: