10 de septiembre de 2013

A SIMONE DE BEAUVOIR - 1940

26 de enero
Mi querido Castor

Me caigo de sueño, he intentado escribir unas líneas de novela y advertí que divagaba con las palabras, escribía «escaparate» y me veía en Arcachon con usted, pequeña mía. Entonces lo dejé. A usted le escribo, pero si con esto no me despierto me iré a acostar sin escribirles a los demás. Por otro lado es un tanto voluptuoso tener tanto pero tanto sueño cuando nada lo retiene a uno en la tierra. Esta mañana fui a buscar un tubo de hidrógeno, con Keller, en una camioneta camuflada. El chofer era simpático, en su vida civil ejercía el oficio de fotógrafo, lo cual explica sin duda el que lo hayan puesto de chofer de camión. Llevaba una piel de cordero soberbia y tenía una carita vivaz y oscura. Después fuimos a la gran ciudad y llegar nos costó todo el trabajo del mundo. La nieve caía y escarchaba el cristal del coche. Naturalmente, no había limpiaparabrisas. El chofer dijo «usaremos los grandes recursos» y meó sobre un trapito que después frotó contra el parabrisas. El resultado fue muy satisfactorio. En la gran ciudad compré gafas y me hice pelar, pero sin pasarme. No pude resistir el placer de que me arreglaran la barba y las patillas y ver la cara que me quedaba, pero tranquilícese, estos apéndices serán suprimidos a su debido tiempo. Hacía un tiempo siniestro y soberbio, cielo gris,
avalanchas de nieve, bandadas de cuervos en los campos y hasta en la carretera, y montones de pequeños trineos. A mediodía volvimos y comí un choucroute en el local de Charlotte. Y por la tarde esperé el correo. Había un montón de cartas, una de T., una de mi madre, dos de usted. Es bonito. Al volver, Paul me informó que el capitán Munier había ido en persona al C.G. por mi permiso y que le prometieron que partiría el 1.° de febrero, lo cual me pone en París el 2 por la tarde. Con toda prudencia aconseja además calcular un margen entre el 1.° y el 3, para no sufrir decepciones. En cualquier caso, seguro que la semana próxima. Llegaré, pues, el viernes o el sábado. Recibirá usted confirmación a su debido tiempo, mi pequeña flor. Conozco perfectamente el caférestaurante de Vieillards. Tiene una sala en un nivel inferior, bajando dos escalones. Usted me esperará ahí (en esa sala), entendido. Pero es inútil que llegue a las cuatro y media si tiene otra cosa que hacer. El tren llega teóricamente un poco después de las cinco, y es inaudito que no lleve una o dos horas de atraso. Llegue a las cinco y cuarto o cinco y media, será suficiente. Mi querida pequeña, amor mío, en menos de una semana la veré.

Me complace que le guste El castillo y que lo encuentre mejor que El proceso, yo opino exactamente igual. Pero qué ocurrencia la suya de que no se debe escribir si no se hace algo de tipo inquietante como Kafka. No es absolutamente necesario. Depende de la idiosincrasia de cada cual. No hay nada de eso en Dos Passos, ni siquiera, en el fondo, en Faulkner. Me urge leer su novelita, y también deseo ardientemente que resulte una obra maestra de primer orden. Sí, amor mío, verá qué traqueteo llevarán nuestras bocas y aun así no recuperaremos del todo el tiempo perdido.

Hasta pronto, dulce pequeña, hasta mañana, la quiero. Qué felices vamos a ser.

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