24 de septiembre de 2013

A SIMONE DE BEAUVOIR - 1940

20 de febrero
Mi querido Castor

Acabo de recibir de usted una carta conmovedora e intensa. Me estremeció pensar lo presente que he estado para los dos y la manera en que habló usted de mí. El pequeño Bost me resulta simpatiquísimo y encuentro que tiene usted razón al pensar que la posguerra tendremos que vivirla para él y que deberemos tratar de impedir, en cuanto nuestros recursos lo permitan, que tipos dé su edad acaben pareciéndose a unos Brice Parain.

Oh, pequeña mía, estoy aún de lo más conmovido por la temporadita que he pasado con usted; nunca, ni siquiera en Brumath, sentí con tal intensidad cuánto la amaba, pequeño parangón, mi dulce Castor. Verá usted, al principio no hablé de ello por coquetería, pero no soy nada insensible a los elogios que le ha inspirado el Sumatra. Me siento estimulado, como decía mi abuelo, y hoy mismo me pondré a trabajar de nuevo. Estaba convencido de que ese capítulo había salido bien. Revisaré el libro entero para que todo quede a su altura, estoy lleno de decididos propósitos.

Pequeña mía que sabe devolverme la alegría de vivir cuando la he perdido un poco. Gracias también por su bonita pipa, la fumo mientras le escribo, es buenísima y suave. Le he dado el Halva a Pieter, hizo algunos melindres pero lo reprendí. Ahora está comiendo un buen pedazo con satisfacción. En cuanto a la tinta y los sobres, todo perfecto, pero figúrese que el paquete llegó en pedazos. Pero no hubo daños. Está visto que ya ni salgo del Hotel du Soleil. Está prohibido a los militares pero nos dejan quedarnos todo el día. De cuando en cuando me doy una vuelta por el A.D. para ver si todo marcha bien y después vuelvo. Esta mañana he trabajado en el cuaderno y saqué partido de algunas pequeñas ideas que tuvimos en París, usted y yo, especialmente la de que el deseo de autenticidad, o bien era completamente inauténtico o bien era la autenticidad misma (por cierto, ¿se ha perdido el cuaderno que me enviaba o es que se olvidó usted de mandar uno? De todos modos aquí hay y tengo dos de reserva, no corre prisa). Esta tarde escribí mis cartas a los del Seguro sobre el accidente del puente Alexandre III. Hágalo, mala personita, si aún no lo ha hecho. Y también escribí a Brice Parain «sobre las generaciones». Ahora leeré un poco y luego volveré a empezar la novela. T. no me ha escrito hoy. Es un poco raro, a los dos días de haber estado tan amable, algo hay detrás; tal vez encuentre sospechosa la historia de que usted no durmió fuera de casa. Ayer y anteayer me crispaba un poco pero hoy me es indiferente, estoy de buen humor y trabajo mucho. Dígale al pequeño Bost —o, si no lo ve, escríbale— que siento una gran simpatía por él y que le escribiré.

Hasta mañana, mi dulce Castor, mi amor querido, la quiero con todas mis fuerzas. Beso sus viejas mejillas de viejo camino trillado con ternura «religiosa», pequeña mía.

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