23 de febrero
Mi querido Castor
Como usted había vaticinado, esta historia de Bourdin me ha puesto muy nervioso. Me cayó como una bomba, sabe Dios lo lejos que estaba de sospechar algo así. He leído cuatro páginas furibundas de Tania. Contestar se hace difícil porque existen cartas escritas por mí a Bourdin que ella le ha mostrado a Mouloudji y en las que juego a hacerme el macho, usted se acordará. En definitiva, también es cierto que, como ha dicho usted, Tania no se ha enterado de nada que no supiera ya. Por fortuna hay primeramente dos hechos falsos que he podido refutar: por lo que dijo Mouloudji, ella sospecha que mantengo aún ahora relaciones con Bourdin y cree que cuando me acosté con ella todavía me acostaba con Bourdin, lo cual es falso. 2.º Cree que yo le he contado a Bourdin que ella (Tania) estaba enamorada de mí y que nos acostábamos, lo cual también es falso, considerando que si alguna vez le he hablado de Tania a Bourdin yo no pensaba que estuviese enamorada de mí y no manteníamos ninguna relación física. Sobre estos dos puntos mi buena fe es absoluta. En cuanto a las relaciones físicas con Bourdin, niego terminantemente que fueran tumultuosas y que yo me haya hecho de macho cabrío: la cosa es simple, no hay pruebas. Ahora hago una auténtica maldad pero Bourdin se la merece, le envío a Tania una carta abierta a Bourdin que ella deberá despacharle, y en esa carta le cuento a Bourdin la historia con Bourdin tal como fue. Aquí tiene el borrador. La carta está mejor pero le dará una idea del tono. Ahora bien, ¿es una «trastada», en el sentido en que usted decía «seguirá usted haciendo trastadas» o un desastre? No lo sé. Si estuviese en París lo arreglaría todo, pero no estoy y Mouloudji tratará de sacar ventaja —por otro lado están los cuadernos—. Si se toman a mal, se sumirán en el hastío; cierto es que la carta de Tania procura evitar lo peor, pues termina así: Discúlpame, hago todo lo que puedo por no asquearme de la obscenidad como una melindrosa. Pero me es imposible evitar un terrible malestar físico, es como si me hubiesen puesto carne delante, y además pienso en esas mezclas de cuerpos en las que debí de participar sin saberlo. Hasta mañana, te quiero lo mismo pero estoy molesta, todo esto se tendrá que ir disipando. Tania y en la posdata añade: «Fíjate que lo he dicho todo y que me habría sido más fácil guardármelo. Pero creo que toda mi falsedad no hubiese bastado». Estas últimas líneas dan pie a bastante esperanza, porque ya se defiende de un broncazo posible (pues yo le había dicho que el año pasado en lugar de enloquecerse tendría que habérmelo dicho todo) reclamando los beneficios de la franqueza. ¿Qué piensa usted?
Usted, cariño, tendría que conducirse en la siguiente forma. A. Z. tiene que decirle: 1.° Que yo nunca le conté a Bourdin más que cosas insignificantes, y que si le hablé de Tania fue sólo en forma evasiva y con otro nombre. Además es cierto. Que un día le conté a grandes rasgos la historia con Z. pero sin nombrarla. 2.° Que mis relaciones con Bourdin se terminaron el 1.º de octubre y que se prolongaron con cinco o seis visitas en octubre en las que no nos acostamos. Es cierto además. Que sólo la vi una vez más en junio y me pareció completamente loca. También es cierto. Que desde entonces me ha estado corriendo detrás pero yo me desentendí de ella por completo. También es cierto. 3.° En cuanto a los cuadernos, acuérdese bien de que usted todavía no ha leído la mayor parte. Incluso no estaría mal que los reclamase lo antes posible para leerlos y así de paso le impide a Tania caer en sombrías meditaciones sobre su contenido. 4.° Procura tenerme al corriente, haga hablar a Z. del asunto uno o dos días después de recibir esta carta para ver un poco si la cosa se calmó después de mis explicaciones. Y escríbame de inmediato lo que opina de la gravedad del asunto. Me parece que con las Z. nada es nunca demasiado grave pero que tampoco nada se perdona nunca.
En cuanto a mi estado personal, pues bien, es éste: la historia me afectó, naturalmente, porque albergo buenos sentimientos hacia T. y además he sido lo bastante canalla como para que me parezca una cosa injusta. Y de hecho la historia Bourdin está terminada. Y entonces me puse furioso y concebí la astucia de escribirle una carta a Bourdin que T. iba a leer. Una maldad para con Bourdin pero es extraño lo duro que me pongo con la gente. Estoy harto de las situaciones equívocas y quiero estar tranquilo, demasiado tiempo me he sentido refrenado y asqueado por una falsa sensibilidad. Al mismo tiempo, y por suerte, esto me endurecía hacia T., que ya no era el simpático personaje que había visto durante mi permiso. El caso es que aún estoy irritado y dándole la lata a usted con toda esta historia. Es que fuera de esto, mi dulce pequeña, no hay casi nada que decir. Esta mañana trabajé aplicadamente en mi novela, que ha progresado, también escribí unas cositas en el cuaderno y después trajiné mucho ayudando a Pieter a marcharse. Ah, pequeña mía, verlo partir me produce un no sé qué, bien quisiera estar en su lugar y encontrarla a usted en nuestro cafecito de la Gare de l’Est. Pequeño encanto, cuánto la quiero, me impresiona pensar en usted, qué permiso delicioso hemos tenido.
Pequeña mía, lo que una vez le dije sigue siendo cierto, usted es el optimismo de mi vida. Nada puede estar mal, si usted existe. Pero cuánto quisiera ver de nuevo su carita de carne y besarla.
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