Talbot el vampiro decidió convertirse en mi compañero de viaje. Eramos completamente opuestos pero yo en algún momento comencé a necesitarle. Él a diferencia mía huía de su origen y de su destino.
Intentó en un principio llevarme con los suyos pero no conseguí adaptarme así como ellos tampoco consiguieron adaptarse a mí; Talbot parecía ser siempre el único capaz de soportarme.
Si bien tardé en confiar en él cierta dependencia comenzó a formarse en mi ser respecto de su persona, fue un alivio cuando se marchó conmigo. Él me instruyó por años sobre el actual mundo en que nos encontrábamos; descubrí que la sangre me saciaba más que el alimento convencional y entonces los frenesís disminuyeron; aprendí a controlar mi fuerza de voluntad, mis habilidades y la lucha; si queríamos sobrevivir en el mundo actual debías ser un guerrero. Talbot lo era y yo también. Era nuestra naturaleza. La guerra, la lucha, la violencia; todo estaba inherente en nosotros.
No obstante había algo. Talbot a pesar de ser un hombre muy fuerte sabía que yo le superaría en un enfrentamiento, yo también lo sabía y es por ello que sentía miedo de lastimarlo, como aquellas veces en que mi temperamento y frustración me dominaban y perdía el control de mis actos; yo no podía distinguirle como mi aliado en esos momentos y mi compañía sólo le llevaría a un fatal destino.
Por ello, cuando me pidió por segunda vez que me uniera a su clan me rehusé, por su propio bien. Había aprendido todo gracias a su compañía, incluso sobre sentimientos, supe que le amaba cuando decidí poner su vida antes de lo que yo deseaba, cuando decidí que él debía encontrar su paz y felicidad y para ello debía de alejarse de mi porque yo no sería capaz de mantenerme en ignorancia, ni siquiera por amor.
Entonces me fui de su lado.
En occidente descubrí sobre los elfos oscuros. Mi procedencia parecía ligarse a la de ellos pero nada podía confirmar mis sospechas. Talbot era insistente, él pensaba que no me daría cuenta de su seguimiento aquellos años, pero lo cierto es que siempre lo supe; siempre supe que me mantenía vigilada. Por ello no me sorprendió el hecho de que me encontrará tras esa infernal lucha con los ogros. Me tomó moribunda entre sus brazos y aún así yo era capaz de rechazarle sabiendo que muy pronto necesitaría de su ayuda, porque en ese entonces había una pista significativa, la que por una extraña razón me llevaría a la verdad.
La coronación de una joven bruja, el nombre de un antiguo rey. Sabía que llegar sería fácil pero tranzar por la información era otra historia. Lo primero era lograr alejar a Talbot, no podía arriesgarlo a lo que me esperaba aquella noche; él simplemente debía seguir su camino desligado de mí y entones le pedí que no me buscara ni me siguiera a lo que él se rehusó. No sé si fue cosa del destino o una simple coincidencia, pero la excusa perfecta para alejarle llegó.
La muerte de una de sus hermanas y las calumnias de los otros de que había sido mi culpa fueron suficientes como para que Talbot quedara anonadado por un par de horas.
Por un momento fui una asesina en la mente de Talbot y por mucho que yo quisiera protegerle, sabía que aquella decisión lo dañaría considerablemente pero no podía flaquear, por que lo principal era descubrir la verdad sobre mi vida y también mantener la seguridad de él.
Entonces aproveché su ira para marcharme, con un extraño sentimiento que podía catalogarse como tristeza, porque muy en el fondo yo sabía que aquella respuesta que encontrase en aquel castillo, no sería una buena respuesta.
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