Las bastallas fueron inminentes y desgarradoras. Podría haber caído en combate pero al parecer el destino se las arreglo para darme la fortaleza y la templanzanecesarias. Supongo que mis instintos más animalisticos salieron flote porque la sangre que emano de aquella lucha infernal en más de una ocasión me hizo entrar en frenesís, me sacie a más no poder y volví a renacer como la bestia que fui desde que tenía conocimiento.
Nadie podía recriminarme nada, después de todo no era más que una aberración y resultado de la codicia humana, de los propios seres mágicos que no se habían conformado con el poder que la naturaleza ya les había otorgado.
Reconocí a lo lejos al joven Eric, casi moribundo. El en alguna oportunidad había sido un humano y aquello no estaba lejos de la realidad actual, llevaba muy poco tiempo como nosotros, como los demás. Pero tenía un buen futuro por delante y ahora era libre de vivir entre la justa armonía que su raza podía ofrecerle hasta que alguien más llegara a perturbarla, pero estaba segura que para ese entonces él ya no me necesitaría.
Le sentí aproximarse; el último intento de Akios por asesinar a quien era una especie de sobrino; si asesinaba a Eric estaba claro que él sería quien tendría el trono que tanto anhelaban todos los de su especie. Allí me di la vuelta y ambos nos guiamos en una lucha campal, de eternos minutos y sin contemplación alguna, sin sutilezas; ambos anhelábamos tanto la muerte del otro que incluso podía hasta sentirse en el ambiente el odio que nos profesábamos. De no ser porque estábamos heridos tras días de intensa guerra, habríamos durado más en esa lucha individual. Entonces y sin apegos ni remordimientos lo partí en tres, terminando con su vida para siempre.
Esa fue mi ultima contribución antes de caer rendida al suelo. Mis ojos se cerraron recordandoles a todos quienes había conocido durante este tiempo.
Las criaturas fueron retornando a sus hogares después de sopesar las bajas, después de asimilar quienes habían sido vencedores y quiénes no. Otros tomaban a los prisioneros y liberaban a los suyos, así se torno aquella vieja tierra de sabiduría, que en menos de dos años había visto las dos guerras mágicas más poderosas de toda la historia. Eric cedió su trono a una vampiresa poderosa y justa que había luchado a su lado, él claramente no se sentía capacitado física ni emocionalmente respecto de esta vida mágica. Pero aquella vampiresa se comprometió a estar a su lado eternamente hasta el día en que él estuviese listo para reclamar su lugar.
Eric me pidió que no me fuera, como dedujo que haría, ahora que todo había regresado a la normalidad; sin embargo, no le respondí más que con una leve sonrisa fraternal. El sabía, que yo jamás dejaría de ser un ser errante, porque si bien podría estar en paz conmigo misma, no había un lugar que me destinara a asentarme, si estaba condenada a vivir eternamente al menos debía ser con propósitos y esos sólo los hallaría buscando cualquier cosa, tal y como había conseguido sobrevivir hasta ahora, por lo pronto, sólo necesitaba alejarme de lo que tantos lasos extraños me había provocado; lealtad, compañerismo, protección, había aceptado internamente que era capaz de sentir, pero no por eso quería seguir ligándome a lo que podía llevarme a la perdición, no al menos ahora que sentía que mi última misión se había completado al fin, ya que entonces podría descansar internamente, hasta que el destino se compadeciera y me dejara cerrar los ojos para siempre.