19 de enero
Mi querido Castor
Hace media hora que tenemos un gato. Es grande como el gran eunuco de Toulouse y bastante noble. Keller le da unos enormes pedazos de carne y le dice: «Peléate con eso». En cuanto a Paul, dice: «Qué curiosas las reacciones de los gatos cuando se ven en un espejo», y lo persigue por los rincones plantándole delante su espejito de bolsillo. También tenemos café, cantimploras llenas de un buen café que nos preparan los cocineros (los cocineros de los oficiales, se entiende, no los de la cocina ambulante). En resumen, estamos instalados. Es el momento, desde luego, en que se habla de la partida. En cualquier caso, yo parto, mi amado Castor: el 1.° de febrero a más tardar, estoy junto a usted. Paul ha ido a ver al capitán Munier, quien telefoneó al C.G. La cosa está decidida. Piense que cuando reciba esta carta estaré a ocho días de usted, nueve a más tardar, mi pequeña flor. Qué dichoso soy, amor mío.
¿Qué he hecho hoy? He escrito sobre el ayudante y después sobre la soledad, lo he pasado bien. Verá usted, uno siempre se ha preguntado qué quería decir eso: estar solo (solo en medio de una muchedumbre, etc.). Esto es lo que traté de poner en claro.
No he tocado la novela, pero mañana no haré otra cosa porque me divierte. Pero no sé por qué, dedicando la misma cantidad de horas al trabajo, de todas maneras trabajo más lentamente. ¿Será el cansancio? ¿Un cansancio que no sería intelectual ni físico sino vecino más bien al hastío? No podría decirlo pero el hecho es ése: 150 páginas del 1.° de septiembre al 1.° de noviembre (de la novela) y 70 páginas del 1.° de noviembre al 15 de enero. Pero hay que decir que he escrito muchísimo en el
cuaderno. Dicho está, tendrá usted seis y el comienzo del séptimo. ¡Oh, querido amor mío, cuando pienso que mientras yo celebro nuestro reencuentro usted aún está recelosa e inquieta y que ni siquiera sabe que los permisos se han reanudado! Esta noche le he dado una clase de sexualidad a Mistler, delante de los Acólitos. Las pasó negras. Al margen de esto, almorcé en el local de Charlotte y en todo el día no he hecho nada desde el punto de vista estrictamente militar. Tampoco leí, el tiempo pasa sin que me dé cuenta. No hubo carta de usted. Esto es todo, pequeña mía, estoy alegre como unas castañuelas. Amor mío querido al que pronto veré, la quiero con todas mis fuerzas.
Escuche bien:
1.° apenas le anuncie la fecha exacta de mi llegada, reserve una habitación en el Hotel Mistral.
2.° si por ventura mi madre le telefoneara para conocer la fecha exacta, dele la del día siguiente al de mi llegada real.
3.° no me espere en la estación, Rosette Pieter se desencontró con Pieter, es una batahola espantosa. Por ganar media hora corre el riesgo de perder una. Yo llego a las cinco de la tarde. Espéreme mejor en un café vecino a la Gare de l’Est. En su próxima carta comuníqueme el nombre y su situación exacta.
