Como dice el dicho,
todo era demasiado bello para ser cierto. Si bien conseguimos llegar a la
estación y abordar el condenado tren, Jerry no estaba allí. Tuve que arrastrar
a Samuel hacía el vagón o de lo contrario se habría quedado allí y claro,
habría regresado a por Jerry y yo, no habría sido capaz de largarme solo, sabía
muy a mi pesar que no estaba listo para sobrevivir sin esos desgraciados; pero
aún así, les quería. Al final todo se resumía en eso; aquella larga serie de
acontecimientos, que podrían haber sucedido si Samuel no abordaba el tren, se
resumían en que yo me sentía seguro con ellos.
Creo que nunca vi a
Samuel más afligido o triste, por decirlo de algún modo, como esa vez. Pero al
menos logré calmarlo con la esperanza de que dentro de tres días, Jerry estaría
allí en la cueva del cuervo rojo.
La cueva del cuervo
rojo era un lugar muy conocido y a la vez demasiado secreto. Sólo conocían su
verdadera ubicación unos pocos, sólo los precisos, aunque todo el mundo sabía
que en algún lado se ubicaba. Claramente yo no era uno de ellos, pero Samuel
sí. Según mi punto de vista era el típico bar oculto al cual una mafia no
especializada de drogadictos y prófugos de bajo calibre accedían. Era como uno
de esos refugios de los suburbios para vagabundos, pero otorgándole un rango de
cinco estrellas, aunque esa analogía claramente era nefasta si lo pensaba de
esa forma; lo supe cuando llegamos al sitio. Una verdadera pocilga habría sido
el calificativo que mi padre o cualquier persona de mi antiguo status le habría
otorgado.
Eran cerca de las
once de la noche cuando llegamos allí, la fachada era bastante simplona; no, en
realidad dejaba entrever que el sitio era un típico club nocturno que de día
ocultaba las apariencias. Había un tipo gigante en la entrada, una especie de
guardia y me estremecí. Samuel, quien mágicamente había cambiado su estado de
ánimo pocos minutos antes de llegar al lugar, me hizo esperar a una corta
distancia y se adentró en una conversación con el grandulón. A los pocos
segundos, estaba entrando allí y yo sólo escuché un rudo “Viene conmigo”. No me atreví a preguntarle que le había
dicho.
La luz roja que
emanaba en todo el lugar nubló mi vista unos instantes, habían unas cuantas
mesas y al fondo, por supuesto, una enorme y poco amigable barra con su
cantinero; también se vislumbraba lo que yo llamaría un sector VIP, pues con
sólo mirar a los sujetos que estaban sentados en butacas de una barata
imitación de cuero, uno suponía que no eran iguales a ti, ellos no eran pobres
diablos en busca de alojamiento. Samuel se dirigió hacía la barra y nos pidió
unas cervezas, las cuales por supuesto pagaría yo más tarde. Se hecho un trago
hasta la mitad de la jarra y entonces se puso de pie.
—Bien, nos vemos en un rato. Y quita esa cara de mierda
que traes, aquí estamos a salvo aunque no lo creas.
¿A qué se refería
exactamente con eso? Bueno sí, no es que me sintiera como en casa, pero tampoco
es que estuviera temblando, de todas formas Samuel se largo y le seguí con la
mirada hasta que se fue con otro sujeto al cual saludo con gran confianza, según
mi parecer. No conocía mucho a Samuel, pero si estaba seguro de que había ido a
averiguar sobre Jerry, sin embargo, yo sabía que él no estaba allí, las
coincidencias aún me parecían demasiado ilusorias. Samuel ya lo había dicho en
constantes ocasiones, mi problema era que pesaba demasiado las cosas y que no
dejaba espacio a la improvisación. Tal vez por eso, por estar pensando
demasiado sobre Samuel, sobre Jerry, fue que no me percaté de la mirada que
tenía encima hasta que una ligera risita me alertó de la presencia de la mujer
a mi lado.
— ¿Es tu novio o algo
por el estilo? —preguntó arrastrando las palabras al momento que bajaba el
cigarrillo hasta un improvisado cenicero de madera. Automáticamente mi reacción
conllevó a negarle las ideas que se estaba pasando por su mente; no porque
quisiera provocarle una impresión equivocada al ser ella una chica, sino más
bien porque yo no podía ser gay, jamás se me habría ocurrido y si Samuel
pensará que yo estaba en una especie de enamoramiento hacía él, se habría
largado no sin antes haberme propinado una buena golpiza.
— Claro que no, sólo
somos amigos —dije ya más calmado.
— Pareces preocupado
por él, deben ser muy buenos amigos entonces.
— Si, bueno hemos
tenido unos inconvenientes antes de llegar aquí.
— Nada nuevo, todos
aquí tienen inconvenientes —dijo resaltando la última palabra.
— Hemos perdido a
alguien en el camino, a su hermano —explique.
— Oh, ¿Y qué le
sucedió? —quiso saber ella con una extraña expresión que yo interprete como una
extrema curiosidad.
—Bueno, supongo que
no ha conseguido escapar después de todo… —me dije a mi mismo en un bajo murmullo, era la primera vez desde la
fuga, que me cuestionaba a fondo que podría haberle sucedido a Jerry para no
llegar a la estación.
— ¿Escapar de dónde?
—De la cárcel. Freddy
paga las cervezas, he conseguido un sitio para pasar la noche —dijo Samuel con
voz autoritaria y seca, contestando por mí a la pregunta de la mujer. Parecía
molesto y no fue necesario que dijera algo más porque yo ya había entendido el
mensaje, o al menos parte de él. De todas formas, no me parecía adecuada la
actitud que había tenido con la chica, después de todo ella parecía agradable.
Saque un billete del bolsillo y lo deje en la mesa, Jerry ya iba unos pasos más
adelante.
—Lo de la cárcel, en
realidad no es cierto —dije antes de marcharme.
— Me alegra saber eso
— respondió ella con los ojos clavados en los míos de tal forma que tuve que
bajar la vista. Luego volví a mirarla y noté que sonreía de lado — Espero verte
luego por aquí— Yo me di la vuelta y seguí torpemente a Samuel por medio de la
escasa multitud que había en el sucucho.
Subimos por unas escaleras en caracol y a medida que llegamos al segundo
piso nos adentramos en un pasillo bastante estrecho y maloliente, la
alfombrilla estaba sucia y gastada y varias botellas de licor, la gran mayoría
rotas por la mitad, yacían en las afueras de cada puerta a lo largo de éste. Nos
detuvimos en la sexta puerta de la derecha, dentro de la habitación no había
más que un colchón mugriento y creí que en cualquier segundo una rata pasaría
corriendo de extremo a extremo.
— Pasaremos aquí la noche, mañana me largo a buscar a Jerry, necesito
enfriar mi cabeza o podría irse todo al carajo si me dejo llevar.
— ¿Y crees que en un par de horas te habrás calmado? Tu sabes Sam que yo
te apoyo siempre, pero Jerry es un chico astuto, encontrará la forma de llegar
aquí y deberíamos esperarle al menos los tres días pactados.
— Tres días es
demasiado tiempo.
— es un tiempo
razonable
— Si, como digas. Yo
me largo mañana por la mañana, tú quédate a que te roben algo más que tu
valioso reloj
—dijo a regañadientes tirándose a un lado del colchón de
espaldas, como si fuese a dormir.
— ¿Ah? Que quieres
decir con… — Allí fue cuando observe mi muñeca derecha y comprendí. De alguna
forma la única posesión de valor que me quedaba había desaparecido en cosa de
segundos, porque había entrado al recinto con él, de aquello estaba seguro, y
entonces hilé los acontecimientos; no había duda alguna que aquella mujer en la
barra del piso de abajo de alguna forma inexplicable, había conseguido quitarme
la joya sin que yo siquiera pudiese notarlo, sin que pudiese sentir su tacto y
yo que había creído ingenuamente que la mujerzuela era una buena persona.
Supongo que la impresión me ganó porque tarde varios minutos en decidir ir a
buscarla, aunque al momento en que me dispuse a dar la vuelta y salir en mi
propósito Samuel me dijo que no fuera idiota, que ella ya no estaría allí y mi
reloj tampoco.
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