Los días a ratos parecen ser calurosos, pero por las noches sigue haciendo un frío que me llega hasta los huesos. Si hubiese escogido escribir antes sobre esto, meses antes, podrías hacerte una idea de porqué el frío me afecta mucho más que antes; algo sucedió en mi vida que ya sólo es un estado del clima que no soporto en invierno y que añoro en verano. Supongo se trata de la maldita nostalgia, de esa que a mi no me gusta para nada. 
Los últimos días transcurren en plena calma, con los mismos altibajos que son tan comunes dentro del ultimo tiempo, últimamente  pareciera que mi naturaleza fuese la de una gárgola: las noches transcurren en calma y silencio abrumador manteniendome en vela, mientras que los días se hacen eternos o cortos dependiendo de la actividad que realice, transcurriendo pesados, con agotamiento físico y emocional, los días cada vez se hacen más monótonos y sólo cuando estoy en soledad las preguntas resurgen para desestabilizarme, simplemente para ello.
Hoy he  meditado sobre algo en particular, sobre el futuro de mi residencia. He concluido que por más que lo piense o comente, no me alejare de donde estoy hasta un tiempo considerable, sólo espero que algún día no muy lejano me arme de valor y pueda salir de  donde estoy si la oportunidad se me presenta. Me siento cautiva, y no es un cautiverio feliz.
Supongo, que al fin y al cabo, la cobardía es parte fundamental de mi naturaleza
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario