Vivimos insertados en un sistema por el cual, en pos de obtener la tranquilidad y el bienestar material, nos cerramos y endurecemos. Se nos marchita el alma, aprendemos a montarnos tras duras corazas para evitar sufrir, rutinizamos nuestra vida en trabajos alienantes que no nos dejan nada trascendente más que algo de dinero, entablamos relaciones interpersonales regidas por un criterio mercantilista y nos intoxicamos con y gracias a ellas.
Nacemos involucrados dentro de una estructura social ya montada, cuyo eje es un sistema de objetos que nos rodea, nos seduce y nos atrapa con sus bondades completamente perecederas e intrascendentes.
Es harto angustiante caer en cuenta de que nuestra única, irrepetible y finita existencia está siendo dirigida hacia metas tan efímeras y de gratificación tan pasajera como vivir con tranquilidad y confort.
¿Para qué sirve que el hombre tenga actualmente una expectativa de vida mucho mayor a la que jamás haya accedido si su paso por este mundo está determinado por la intrascendencia consumista?
El anhelo por llevar una vida sin sobresaltos en una bonita casa con un bonito jardín es la recompensa justa con que esta organización social, política y económica llamada capitalismo nos premia por comportarnos como peones tan obedientes y disciplinados.
Cada mañana de cada día, un ejército de trabajadores salen al ruedo para poner en funcionamiento una enorme y anónima maquinaria que pareciera no tener una cabeza visible que la dirija...Es patético.
Nacemos involucrados dentro de una estructura social ya montada, cuyo eje es un sistema de objetos que nos rodea, nos seduce y nos atrapa con sus bondades completamente perecederas e intrascendentes.
Es harto angustiante caer en cuenta de que nuestra única, irrepetible y finita existencia está siendo dirigida hacia metas tan efímeras y de gratificación tan pasajera como vivir con tranquilidad y confort.
¿Para qué sirve que el hombre tenga actualmente una expectativa de vida mucho mayor a la que jamás haya accedido si su paso por este mundo está determinado por la intrascendencia consumista?
El anhelo por llevar una vida sin sobresaltos en una bonita casa con un bonito jardín es la recompensa justa con que esta organización social, política y económica llamada capitalismo nos premia por comportarnos como peones tan obedientes y disciplinados.
Cada mañana de cada día, un ejército de trabajadores salen al ruedo para poner en funcionamiento una enorme y anónima maquinaria que pareciera no tener una cabeza visible que la dirija...Es patético.
No hay comentarios:
Publicar un comentario