Samuel entró en la
habitación minutos después con una chica morena, de exuberantes proporciones y
una larga y ondulada cabellera cobriza. Ella lo abrazaba por la espalda y reía
juguetonamente en un intento desesperado por quitarle la chaqueta.
—Este es Freddy, es de
confianza —dijo Samuel, dándose la vuelta y cerrando la puerta mientras al mismo tiempo devoraba la boca de
la mujer y acercaba su cuerpo al de ella.
—Qué más da quien sea, cógeme
pronto Sammy, vamos no seas tímido.
La escena me causo
cierta repulsión, no sabría decir cuál de los dos estaba más caliente, como
para ni siquiera esperar a que me fuera. Cruce la habitación avergonzado por la
escena, intentando no mirar y salir rápido de allí, pero aún así mi periférica
captó una que otra toma y los gemidos exagerados de la mujer no podían pasar
desapercibidos; en cosa de segundos ella ya estaba sobre él, con sus piernas
cruzadas a su espalda y el apretado vestido subido hasta su cintura, mientras
Samuel mordía sus redondos senos excitados. Sacudí mi cabeza y termine saliendo
de la habitación, algo acalorado y molesto; ahora debería quedarme quizás hasta
qué hora abajo, esperando a que o bien Samuel echara a la chica del cuarto una
vez acabasen o bien a que ella misma se fuera.
En realidad todo aquello
era una vil escusa para apaciguar que tal vez mi pequeño enfado se debía a que
yo no era como Samuel y que no iba a llegar y pescar a la primera prostituta
para satisfacer mis necesidades carnales. Samuel sabía que era así, porque ya
antes lo había intentado; había intentado que yo me acostase con una chica sin
compromisos, sin sentimientos, sólo por placer y entonces yo había rechazado la
oferta.
Me senté en la
improvisada barra del suburbio ofuscado por mis pensamientos e intentado calmar
la ansiedad que había nacido en mí en aquel instante, hacía meses que me
encontraba en abstinencia, si es que podíamos llamarlo de ese modo porque en
realidad yo sólo había disfrutado del placer carnal una vez en mi vida, cuando
con Rose Rossenbalt, había perdido mi virginidad. Ella, era una chica de buena
familia, tenía mi misma edad y conseguí tirármela en tres ocasiones mientras su
familia visitaba a la mía para
vacaciones de navidad, la última visita que yo había hecho a mis padres.
Mucho ayudo el hecho de que ella estuviese completamente colada por mí; era
bonita, ciertamente, pero nunca le había prestado la suficiente atención, y
tampoco nunca me interesó en lo absoluto, aquella vez, respondí a mis
necesidades que cada día se habían hecho más evidentes y por supuesto, había
seguido el consejo de Samuel. A la primera oportunidad, no dudes. Rose, en
palabras simples, se me había ofrecido en bandeja de plata. Lo hicimos en su
cuarto durante la madrugada de navidad, ella misma planeo nuestro encuentro
cuando todos supuestamente dormían. Fue una relación oculta por las tres noches
que duró mi visita, follamos con lujuria y lo bueno de aquello, era que Rose,
tampoco quería ningún compromiso al respecto. No volví a saber de ella
claramente, pero supongo que si de no haberme fugado, ella habría seguido
siendo mi amante en temporada navideña. Un ruido sonoro en la madera me hiso
salir de mis pensamientos, baje la vista y ahí yacía mi reloj, a su lado una
blanca mano descansaba.
Era, bastante
impresionante el cambio de imagen de Rebeca de la luz del día a la escasa luz
del antro nocturno. Su cabello estaba atado despreocupadamente en una cola de
caballo dejando salir varios mechones rebeldes alrededor de su rostro. Sus ojos
estaban pintados de negro, con abundante maquillaje y sus labios, como siempre,
rojos; el labial estaba levemente corrido hacía su comisura derecha.
—Has venido
—tartamudee torpemente.
—Dije que lo haría ¿no?
—Sí, claro.
—No te va el sarcasmo.
Bien, deberías invitarme una copa.
— ¿Porqué debería? Tú me
has robado.
—Bueno, hemos quedado
esta noche anteriormente, omitiendo las razones de fondo, esto sería algo así
como una cita, el chico invita a la chica.
—Yo no llamaría a este
sitio precisamente un lugar para una cita.
—Que importa el lugar.
Una cerveza estaría bien. —pedí dos cervezas, derrotado por ella, era extraño
pero mi cuerpo recibió una oleada de calor al escucharla hablar de toda la
situación como una cita. Cuando volví a nuestro lugar en la barra ella volvió a
hablar — ¿Y tu amigo?
— ¿Por qué preguntas
sobre él?
—Las dos veces en que
nos hemos visto, nos ha interrumpido. No debería sorprenderme que llegara
nuevamente.
—No creo que lo haga.
—Debe estar en algo muy
importante entonces —aventuró. Por una extraña razón, ella me ponía nervioso,
su mirada penetrante buscando la mía y su facilidad para preguntar
inmediatamente después de que yo respondiese a algo — ¿Qué está haciendo?
—Bueno, él… él está… —no
podía responderle, al menos no clara y directamente; no podía decirle “oh se
está follando a una tía ahora mismo” involuntariamente baje el rostro notando
que mi amigo se había pronunciado ligeramente bajo mi pantalón. Necesitaría de
una ducha fría de inmediato si no quería acudir a la auto consolación. Ella
pareció comprender lo que estaba haciendo Samuel, escuche de sus labios un
irónico “ya veo” y al levantar mi vista, me encontré con la suya clavada en mi
sexo. Me levante abruptamente y me apoye en la barra, ocultando mi excitación.
Ella rió.
—Puedo ayudarte a
solucionar eso —sugirió coquetamente. Yo la miré atónito. Ciertamente, no iba a
ser capaz de negarme, aunque en mi subconsciente algo me decía que no; pero esa
voz era muy pequeña. Fue inevitable no excitarme más aún al escuchar sus
palabras. Tome la jarra y bebí larga y rápidamente el contenido — Nos
saltaríamos considerablemente los pasos de la cita, pero ¿Qué más da? —susurró
esta vez, cerca de mi oído.
—No tengo una
habitación… —Susurre entrecortadamente, buscando su boca. No sabía que estaba
planeando, podía ser que ella pretendiese dejarme en ascuas, pero no podía
pensar con claridad. Sentí su mano subir por mi entrepierna peligrosamente.
—Yo me encargo —dijo con
sus labios puestos sobre los míos. Supe, en ese instante, que ella sería mi
perdición.
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