22 de abril de 2013

Necesidades básicas. Rebeca.

Samuel entró en la habitación minutos después con una chica morena, de exuberantes proporciones y una larga y ondulada cabellera cobriza. Ella lo abrazaba por la espalda y reía juguetonamente en un intento desesperado por quitarle la chaqueta.

—Este es Freddy, es de confianza —dijo Samuel, dándose la vuelta y cerrando la puerta  mientras al mismo tiempo devoraba la boca de la mujer y acercaba su cuerpo al de ella.

—Qué más da quien sea, cógeme pronto Sammy, vamos no seas tímido.

La escena me causo cierta repulsión, no sabría decir cuál de los dos estaba más caliente, como para ni siquiera esperar a que me fuera. Cruce la habitación avergonzado por la escena, intentando no mirar y salir rápido de allí, pero aún así mi periférica captó una que otra toma y los gemidos exagerados de la mujer no podían pasar desapercibidos; en cosa de segundos ella ya estaba sobre él, con sus piernas cruzadas a su espalda y el apretado vestido subido hasta su cintura, mientras Samuel mordía sus redondos senos excitados. Sacudí mi cabeza y termine saliendo de la habitación, algo acalorado y molesto; ahora debería quedarme quizás hasta qué hora abajo, esperando a que o bien Samuel echara a la chica del cuarto una vez acabasen o bien a que ella misma se fuera.

En realidad todo aquello era una vil escusa para apaciguar que tal vez mi pequeño enfado se debía a que yo no era como Samuel y que no iba a llegar y pescar a la primera prostituta para satisfacer mis necesidades carnales. Samuel sabía que era así, porque ya antes lo había intentado; había intentado que yo me acostase con una chica sin compromisos, sin sentimientos, sólo por placer y entonces yo había rechazado la oferta.

Me senté en la improvisada barra del suburbio ofuscado por mis pensamientos e intentado calmar la ansiedad que había nacido en mí en aquel instante, hacía meses que me encontraba en abstinencia, si es que podíamos llamarlo de ese modo porque en realidad yo sólo había disfrutado del placer carnal una vez en mi vida, cuando con Rose Rossenbalt, había perdido mi virginidad. Ella, era una chica de buena familia, tenía mi misma edad y conseguí tirármela en tres ocasiones mientras su familia visitaba a la mía para  vacaciones de navidad, la última visita que yo había hecho a mis padres. Mucho ayudo el hecho de que ella estuviese completamente colada por mí; era bonita, ciertamente, pero nunca le había prestado la suficiente atención, y tampoco nunca me interesó en lo absoluto, aquella vez, respondí a mis necesidades que cada día se habían hecho más evidentes y por supuesto, había seguido el consejo de Samuel. A la primera oportunidad, no dudes. Rose, en palabras simples, se me había ofrecido en bandeja de plata. Lo hicimos en su cuarto durante la madrugada de navidad, ella misma planeo nuestro encuentro cuando todos supuestamente dormían. Fue una relación oculta por las tres noches que duró mi visita, follamos con lujuria y lo bueno de aquello, era que Rose, tampoco quería ningún compromiso al respecto. No volví a saber de ella claramente, pero supongo que si de no haberme fugado, ella habría seguido siendo mi amante en temporada navideña. Un ruido sonoro en la madera me hiso salir de mis pensamientos, baje la vista y ahí yacía mi reloj, a su lado una blanca mano descansaba.

Era, bastante impresionante el cambio de imagen de Rebeca de la luz del día a la escasa luz del antro nocturno. Su cabello estaba atado despreocupadamente en una cola de caballo dejando salir varios mechones rebeldes alrededor de su rostro. Sus ojos estaban pintados de negro, con abundante maquillaje y sus labios, como siempre, rojos; el labial estaba levemente corrido hacía su comisura derecha.

—Has venido —tartamudee  torpemente.

—Dije que lo haría ¿no?

—Sí, claro.

—No te va el sarcasmo. Bien, deberías invitarme una copa.

— ¿Porqué debería? Tú me has robado.

—Bueno, hemos quedado esta noche anteriormente, omitiendo las razones de fondo, esto sería algo así como una cita, el chico invita a la chica.

—Yo no llamaría a este sitio precisamente un lugar para una cita.

—Que importa el lugar. Una cerveza estaría bien. —pedí dos cervezas, derrotado por ella, era extraño pero mi cuerpo recibió una oleada de calor al escucharla hablar de toda la situación como una cita. Cuando volví a nuestro lugar en la barra ella volvió a hablar — ¿Y tu amigo?

— ¿Por qué preguntas sobre él?

—Las dos veces en que nos hemos visto, nos ha interrumpido. No debería sorprenderme que llegara nuevamente.

—No creo que lo haga.

—Debe estar en algo muy importante entonces —aventuró. Por una extraña razón, ella me ponía nervioso, su mirada penetrante buscando la mía y su facilidad para preguntar inmediatamente después de que yo respondiese a algo — ¿Qué está haciendo?

—Bueno, él… él está… —no podía responderle, al menos no clara y directamente; no podía decirle “oh se está follando a una tía ahora mismo” involuntariamente baje el rostro notando que mi amigo se había pronunciado ligeramente bajo mi pantalón. Necesitaría de una ducha fría de inmediato si no quería acudir a la auto consolación. Ella pareció comprender lo que estaba haciendo Samuel, escuche de sus labios un irónico “ya veo” y al levantar mi vista, me encontré con la suya clavada en mi sexo. Me levante abruptamente y me apoye en la barra, ocultando mi excitación. Ella rió.

—Puedo ayudarte a solucionar eso —sugirió coquetamente. Yo la miré atónito. Ciertamente, no iba a ser capaz de negarme, aunque en mi subconsciente algo me decía que no; pero esa voz era muy pequeña. Fue inevitable no excitarme más aún al escuchar sus palabras. Tome la jarra y bebí larga y rápidamente el contenido — Nos saltaríamos considerablemente los pasos de la cita, pero ¿Qué más da? —susurró esta vez, cerca de mi oído.

—No tengo una habitación… —Susurre entrecortadamente, buscando su boca. No sabía que estaba planeando, podía ser que ella pretendiese dejarme en ascuas, pero no podía pensar con claridad. Sentí su mano subir por mi entrepierna peligrosamente.


—Yo me encargo —dijo con sus labios puestos sobre los míos. Supe, en ese instante, que ella sería mi perdición. 

No hay comentarios: