8 de marzo de 2013

Confesión en una noche de Póker.

Luego de un par de botellas de cerveza y una acalorada discusión de negocios Thomas y Jerry convencieron al dueño del local, Larry, a que accediera a presentarnos una noche más, la cual no fue un completo exitazo pero tampoco pareció convertirse en el segundo fiasco de la semana; Thomas ya no estaba molesto y Samuel se comportó mejor de lo que cualquiera pudiera esperar de él excepto por el hecho de que seguía intentado ligar con toda chica que se le cruzara por delante; algo que no dejaba de ser sorprendente en lo que respecta a la buena suerte que tenía Sam con las mujerzuelas. El único que parecía estar fuera de su órbita era Jerry, abstraído, con la vista pegada en más de una ocasión y siguió así por varios días, aunque nadie pareció notarlo. 

—Creo que me he enamorado —soltó de improviso una noche. 

—Póker. 

—¿Qué? —Preguntó Thomas 

—Tengo póker de “Q” —repitió Sam. 

—Creo que estoy enamorado, de Helga. 

—No puedes estar hablando en serio, ¡es la chica más desagradable que he conocido! —exclamó Thomas con ojos desbordados. 

—¿Quién coño es Helga? Dadme mi dinero, os he ganado capullos —Agregó Samuel mientras recolectaba la apuesta del centro de la mesa con una sonrisa satisfactoria. Jerry suspiró. 

No era un secreto que a Thomas le desagradaba Helga, la hija de Larry y vocalista de una banda de punk rock de los suburbios como la nuestra, aunque si me lo preguntaban no sabía a qué podía deberse aquello. Yo no había hablado más de cuatro palabras con ella pero Rebeca decía haber escuchado bastante de la chica; supongo que al ser la hija de Larry, tenía una fama bien establecida y el mayor de los rumores que circulaba en el antro era que la muchacha era completamente inalcanzable. Jerry estaba jodido si pensaba en querer ligársela. Aunque no estaba muy seguro de si esas eran realmente sus intenciones.

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