22 de marzo de 2013

Bukowski dice:

En "la máquina de follar subrayé...

"Cuando estás borracho sueles ser afortunado, aunque no seas un tipo de suerte, sueles serlo".

"-Si fuma usted otro cigarrillo, morirá -dijo el médico. Luego, cogió su máquina y se largó. En cuanto se fue, saque la cajetilla de debajo de la almohada. 
-Dame uno -dijo Harry. 
-Ya oíste lo que dijo el médico -dijo Charley.
-Sí -dije yo, exhalando una bocanada de maravilloso humo azul-. Ya oíste lo que dijo el médico: <>- 
-Prefiero morir feliz a morir amargado -dijo Harry".

"Ya no es como antes. La gente no tiene dinero. Todo son cheques de viaje y talones y tarjetas de crédito. Y es que la gente no tiene dinero; no lo llevan. Crédito por todas partes. Un tipo acepta un talonario de cheques y está atrapado. Hipotecan sus vidas por comprar una casa. Y tienen que llenar de mierda esa casa y disponer de un coche. Quedan enganchados con la casa y los políticos lo saben y los fríen a impuestos. Nadie tiene dinero"

"Marie:
Te amo. Eres muy buena conmigo. Pero ahora debo irme. Y no sé exactamente por qué. Estoy loco, supongo. Adiós. 
Charley". 

"Un cobarde es un hombre capaz de prever el futuro. Un valiente es casi siempre un hombre sin imaginación".

"Sólo se puede hacer una cosa por los que están en la cárcel: dejadles salir. Sólo se puede hacer una cosa por los que están en la guerra: parar la guerra".

"No podía aguantar más, así que me largué. Un cambio, ya sabes, eso es lo que mata a un hombre: la falta de cambio".

"Lo único que pasó fue que todos dejaron que la vida les arrastrara a la locura y la estupidez. En esta sociedad sólo hay dos cosas que cuentan: que no te agarren sin dinero y que no te agarren mamado de ningún tipo de cosa".

8 de marzo de 2013

Confesión en una noche de Póker.

Luego de un par de botellas de cerveza y una acalorada discusión de negocios Thomas y Jerry convencieron al dueño del local, Larry, a que accediera a presentarnos una noche más, la cual no fue un completo exitazo pero tampoco pareció convertirse en el segundo fiasco de la semana; Thomas ya no estaba molesto y Samuel se comportó mejor de lo que cualquiera pudiera esperar de él excepto por el hecho de que seguía intentado ligar con toda chica que se le cruzara por delante; algo que no dejaba de ser sorprendente en lo que respecta a la buena suerte que tenía Sam con las mujerzuelas. El único que parecía estar fuera de su órbita era Jerry, abstraído, con la vista pegada en más de una ocasión y siguió así por varios días, aunque nadie pareció notarlo. 

—Creo que me he enamorado —soltó de improviso una noche. 

—Póker. 

—¿Qué? —Preguntó Thomas 

—Tengo póker de “Q” —repitió Sam. 

—Creo que estoy enamorado, de Helga. 

—No puedes estar hablando en serio, ¡es la chica más desagradable que he conocido! —exclamó Thomas con ojos desbordados. 

—¿Quién coño es Helga? Dadme mi dinero, os he ganado capullos —Agregó Samuel mientras recolectaba la apuesta del centro de la mesa con una sonrisa satisfactoria. Jerry suspiró. 

No era un secreto que a Thomas le desagradaba Helga, la hija de Larry y vocalista de una banda de punk rock de los suburbios como la nuestra, aunque si me lo preguntaban no sabía a qué podía deberse aquello. Yo no había hablado más de cuatro palabras con ella pero Rebeca decía haber escuchado bastante de la chica; supongo que al ser la hija de Larry, tenía una fama bien establecida y el mayor de los rumores que circulaba en el antro era que la muchacha era completamente inalcanzable. Jerry estaba jodido si pensaba en querer ligársela. Aunque no estaba muy seguro de si esas eran realmente sus intenciones.

6 de marzo de 2013

Soy un terco e irracional adolescente. Mamá al final siempre tiene razón.

(...)
Para mi gran alivio, Jerry volvió a colocar la lata vacía sobre la mesa y a su lado un fajo de billetes arrugados. Me dijo que tuviese más cuidado para la próxima ocasión y que no fuera un imbécil, que hasta él sabía de cómo actuaban las prostitutas al buscar el dinero de sus amantes. Luego, le interrogué sobre mi padre. 

—El sólo me dijo que si no regresabas pronto te desheredaría... También dijo que Samuel era el peor chiquillo del universo y que seguramente Dios le estaba castigando por algún pecado del pasado por tener un hijo como tú, digamos tan influenciable. 

—No sé qué hacer Jerry. Sé que a Samuel le da igual ser un fugitivo pero mi padre no se quedara de brazos cruzados. Nos escapamos de los militares, eso no es algo común por lo que no debamos preocuparnos. 

—Lo sé. Es por eso que veras a tu madre esta tarde. 

—¿Qué? 

—A las tres, en este sitio —explicó al momento que me daba una tarjeta —Me ha dado esta dirección, mencionó algo de ayudarte con los trámites para eximirte del reclutamiento y de los cargos por la fuga. Será mejor que te cambies la camisa. 

Reunirme con mi madre no me provocaba mucha gracia. Aunque ella no representaba ni por asomo el temor que yo le tenía a mi padre en estos momentos. Lo cierto es que ella siempre había sido la típica esposa perfecta, la típica ejemplar madre y ama de casa, eso para ojos ajenos o hasta que se volvieron escandalosamente ricos, porque, que yo recordase, a mi madre se le quemaban hasta los huevos fritos. Ella disfrutaba más bien de tomar el té con sus amigas o asistir a exposiciones de arte donde desembolsaba una buena cantidad de dinero adquiriendo pinturas de nuevos artistas. 

Siendo sincero conmigo mismo, no me apetecía mucho reunirme con ella, porque éramos desconocidos. Yo no conocía a mi familia. Tantos años de estar internado, con escasas visitas unas cuantas veces al año y pasando mis vacaciones de verano en viajes en cruceros en los que la gran mayoría del día a penas y les veía la nariz a mis padres. Ahora que lo meditaba, mi vida nunca había sido muy afectiva, quizás todo hubiese sido diferente si hubiese tenido un hermano, como Sam tenía a Jerry y viceversa. Ellos se habían quedado huérfanos pero aún así se tenían mutuamente, en cambio yo, pues yo no tenía a nadie a mi lado. 

Cuando llegué al restaurante que mi madre había puesto como punto de encuentro, un leve escalofrío invadió mi cuerpo al ver del sitio en que se trataba. Supongo que no debió de sorprenderme, después de todo ella no iba a sentarse a beber café en cualquier sitio. Un anfitrión me dirigió hasta una de las mesas privadas, una perfecta para a hablar sin ojos y oídos curiosos, allí estaba mi madre con la mirada fija en la pared. Me senté frente suyo sin decir palabra alguna; yo podía ser un prófugo, un indigno para ellos y podía odiarles, pero les temía, les tenía un respeto basado en el maldito temor, algo en mi interior hacía que yo no fuese capaz de portarme de forma altiva frente a sus narices y revelarme. 

—Veo que no dices nada. —Habló ella mirándome directamente. 

—No creo que quieras escuchar una disculpa. —ella suspiró y de su cartera extrajo una carpeta con algunos documentos, los cuales acercó a mí. En ese instante el anfitrión volvió con dos tazas de café y se marchó dejándonos a solas nuevamente. Mi madre seguía sacando papeles del sobre. 

—He convencido a tu padre de arreglar la situación con el reclutamiento y los cargos que pudiesen haber sobre ti. Al principio se negó pero esta mañana le he escuchado hablar con el abogado. También arreglará la situación del muchacho aquel... Amigo tuyo. 

—Sam —dije como si quisiera rectificarlo. 

—Ese mismo. Jeremy por cierto es un muchacho encantador, algo extraño pero educado, es una lástima que decida desperdiciar su vida así, supongo que se debe a la influencia del herma… de Samuel. 

—¿Cómo es que Jerry contacto contigo? —la verdad es que no me sorprendía de que ella tuviese una buena impresión de Jerry, el chico había nacido para engañar a otros. 

—No lo hizo. Manejé hasta la casa de su abuelo al día siguiente de que te fugaras. En el internado me dieron el número de teléfono y concerté una cita su abuelo. Yo misma llevé a Jeremy hasta la estación de trenes. 

—Ya veo. 

—También he convencido a tu padre de dejarte solo por un tiempo, es decir libre, para que hagas lo que quiera que estés haciendo aquí. Y bien, dónde te estás quedando. 

—No es la gran cosa por ahora, pero buscaré un alquiler, puede que en el centro. 

—¿Comes, estás durmiendo bien, sigues tomando esas pastillas para dormir? —No respondí a ello, sólo hice esa expresión de cuando todo va bien. Lo cierto es que hace cinco meses le había dicho a mi madre que estaba teniendo insomnio, fue más bien una excusa para explicar en una visita inesperada de ella de porque tenía aprobarbital sobre mi mesa de noche. Ella se me quedó mirando, no sé si notó mi cara más demacrada o leyó en mis ojos que esas pastillas en realidad no eran para inducir el sueño, sino para drogarme. Supongo que no lo pensó. —¿Necesitas dinero?, te haré un cheque —agregó mientras preparaba su pluma sobre la chequera. 

—No necesito dinero madre. No todo se trata de dinero como tu y papá pensáis —ella dejo de escribir y dejó caer la lapicera; yo podría haberlo aceptado, Samuel me habría hecho aceptarlo, pero yo en ese momento aún tenía algo de dignidad. 

—¡Y de qué se trata Freddy! —dijo entonces ella alzando un poco la voz, pero sin salir del tono de aparente susurro que había estado manteniendo hasta entonces. Por primera vez me fije en su aspecto. No se veía radiante como siempre. Tenía grandes ojeras y llevaba un peinado anticuado que no lucia. Estaba apagada. —Tu padre está furioso por todo esto, no sabes en la posición que nos has puesto, que a él le has puesto, pero yo Freddy, yo he estado con el alma en un hilo sin saber en donde mierda has estado. ¿Cuándo es que te convertiste en un muchacho hipócrita, en un vago? Te miro y te desconozco. 

—¿Hipócrita yo? No me culpes solamente a mí por todo esto madre, yo sólo he querido vivir mi vida, por primera vez he querido no hacer lo que ustedes me impongan. Todos estos años encerrado, con un futuro planeado ¿por qué ustedes no pueden aceptar que tal vez no quiero ser un gran político o un empresario de una multinacional? Esta conversión como la llamas no es otra cosa sino el fruto de sus ataduras madre —Cómo es que ella me llamaba hipócrita cuando ellos habían vivido bajo apariencias toda su puñetera vida. Me deje caer en el respaldo de la silla y busqué en el bolsillo del pantalón un cigarrillo. Antes, jamás en la vida me habría fumado un cigarrillo frente a mi madre, pero siempre había una primera vez para todo y estaba cabreado. Ella simplemente no dijo nada, se quedo observando pero su rostro no demostraba que pensara sobre algo o sobre nada, yo simplemente no podía descifrar su expresión. Luego se terminó de beber el café que tenía frente a ella y se puso de pie lista para irse. 

—Si hubieses querido ser un bailarín de ballet, te habría apoyado y en el fondo él también lo hubiese hecho. Pero tú nunca dijiste nada Freddy, nosotros sólo intentamos darte lo mejor, si no dices las cosas dudo que alguien sepa que es lo que quieres. Por favor, Intenta cuidarte hijo. —y con esas palabras, se fue caminando por el pasillo hasta que se perdió de mi vista. Sobre la mesa pude ver que había dejado un cheque en blanco, lógicamente era para pagar la cuenta; además estaba el gran sobre en el que había metido los documentos. Rebusqué en él para saber qué más podía haber allí fuera del pasaporte y la credencial de identidad, en el fondo encontré una fotografía de cuando era pequeño, junto a mí se encontraban mis padres, uno a cada lado; no supe muy bien por qué razón pero una profunda nostalgia me invadió en ese momento y con la fotografía en mano me puse a llorar de forma desconsolada mientras ocultaba mi rostro entre mis brazos".

5 de marzo de 2013

Doble Vida

"Aquel día, era martes; y los martes al igual que los jueves y viernes me correspondía hacer lo que mi madre llamaba vida social. Según ella debíamos mantener una reputación o al menos yo mantener la mía, porque como hija del nuevo pastor del municipio, había un ejemplo que dar a la comunidad. Todo aquello, no era más que mierda pura, considerando que hacía años mis creencias religiosas se habían ido a lo más profundo de las alcantarillas, considerando que mi madre, no era más que apariencias, que nuestra familia, era una vil mentira. Pero yo, la complacía; después de todo era mejor hacer oídos sordos, mantener una vida para ellos y ahorrarme sus posibles reproches sobre mi conducta por las noches, el día en que se enteraran de ella, claro está. 

Y ahí estaba yo, en mi farsa de la que inmediatamente se dio cuenta el muy cabrón, intenté persuadirle, porque de hecho no deje pasar su mirada en mi aspecto. Yo había heredado gracias a Dios, irónicamente, los genes de la familia de mi madre y no podía quejarme de mi aspecto, era completamente deseable; aunque no me gustaba jactarme de ello. De seguro podría hacerle seguir mi juego y luego inventarle alguna escusa barata. Después de todo, ¿quién no caía ante mis palabras? Sabía de sobra que tenía bastante poder de convencimiento y él no se saldría con la suya. No obstante, había algo en él, me provocaba confianza. Ya averiguaría que era, aunque de eso, tampoco estaba muy segura de querer hacerlo".

Rebeca