La RAE define la palabra paz en una de sus tantas acepciones como "Virtud que pone en el ánimo tranquilidad y sosiego, opuestos a la turbación y las pasiones". Nunca me ha interesado indagar mucho en eso de la paz bajo ningún aspecto, ni siquiera emocional ni mucho menos religioso; mi vida no sería nada sin la turbación propia de las ocho de la noche y dejemos en claro que simplemente siempre he considerado que mi vida completa ha estado en conflicto, sea con la vida misma, con el destino, con el mundo, con quien sea. Podría suponer que siempre la he anhelado, aunque sea en el fondo, pero eso ya es reflexionar mucho.
Curiosa situación transcurrió entonces hace meses (Sí, yo iba a escribir esto mucho antes pero mis bloqueos literarios se hacen más y más frecuentes). Creo que por primera vez si no en la vida en mucho tiempo, tuve un verdadero momento de paz interior o simplemente paz. Allí estaba yo, bajo un chorro enorme de agua que llegaba a todos los individuos que allí nos encontrábamos. Fue como en esas escenas de películas en New York donde de pronto la lluvia arrasa y el protagonista no hace más que sonreirle a las gotas del cielo que lo empapan.
Fue indescriptible.
Y por eso no escribiré más al respecto.
Fue indescriptible.
Y por eso no escribiré más al respecto.
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