25 de septiembre de 2012

La lluvia, soledad.

Susana adoraba la lluvia y abrir los brazos de par en par y sentir el agua caer sobre su cuerpo, se había convertido en la mejor sensación del mundo, en entretención, en paz; era una de las pocas formas en que se sentía capaz de despejar todo lo que la atormentaba, se sentía capaz de encontrar algunas respuestas y mucho más, se sentía capaz de recordar. Nadie jamás se había detenido por unos segundos a observarla, o eso creía ella, porque en la ciudad todo el mundo se espanta de la improvisada lluvia de medio día y corrían a por un refugio mientras ella simplemente se paraba en la acera, quedándose allí, de pie como esperando a que algo más sucediera, o simplemente esbozando una sonrisa, hasta que algún despistado y enfurecido transeúnte la chocaba y miraban con recelo, disgustados por entorpecer su paso acelerado. Susana volvió a abrir sus ojos cuando se encontraba en el suelo bajo el porche de lo que parecía ser una barbería. 

Extracto "Conversaciones de Media Noche". Capitulo I

No puedo conciliar una forma de despejar mi mente y olvidarme de los problemas insignificantes (tormentoso) que me acomplejan. No puedo provocar a la lluvia arrojarme su furia sin que los lentes me incomoden. No puedo caminar bajo ella, sin quedarme ciega por el aguacero. Siempre estoy pensando que la gente observa, eso pensaba antes. Creo que soy yo quien observa al rededor. Creo que nadie me observa pero no lo suficiente como para pasar desapercibida. Quizás es por que no quiero. No tengo problemas para recordar, pero es doloroso. 

Últimamente de verdad que me he convertido en muda, la soledad no es buena compañera de charlas. 

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