Nunca sé despedirme de tí, siempre me quedo con el frío de alguna
palabra que no he dicho, con un malentendido que temer, ese hueco de torpe
inexistencia que a veces, gota a gota, se convierte en desesperación.
Nunca se despedirme de tí, porque no soy el viajero que cruza por la
gente, el que va de aeropuerto en aeropuerto o el que mira los coches, en
dirección contraria, corriendo a la ciudad en la que acabas de quedarte.
Nunca sé despedirme, porque soy un ciego que tantea por el túnel de tu
mano y tus labios cuando dicen adiós, un ciego que tropieza con los
malentendidos y con esas palabras que no saben pronunciar.
Extrañado de amor, nunca puedo alejarme de todo lo que eres.
En un hueco de torpe inexistencia, me voy de mí camino a la nada.
Luis García Montero
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