Y pensar que antes bastaba para armarse un lío en la cabeza por una simple frase, una mirada, un beso infantil. Antonela se sitió de pronto como su propia madre añorando a su hija crecer y no es que acabase de acostarse por primera vez con alguien porque la metáfora ha sido bastante idiota y hasta incluso perturbadora, pero simplemente Antonela ya no es una niña que se conforma con soñar con el beso perfecto. Tampoco es que sueñe con una noche de sexo perfecto; es simplemente que las cosas evolucionan.
Quizá a dejado de pensar sólo en el príncipe azul.
Yo le he dicho que deje de creer en él hace años. Y quizá, sólo le he estado mintiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario