27 de abril de 2014

Una carta de amor

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo

como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía.

Todo eso que es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.

Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,

y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.

No me des tregua, no me perdones nunca...


No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostigame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino, naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante; tálame como un sílex, desespérame.



25 de abril de 2014

Es un hecho

Antonela tiene una sonrisa estúpida en el rostro. Sí, aquella sonrisa estúpida en el rostro.

Es absurdo que vaya a tropezar con la misma piedra nuevamente, pero también es inevitable. Supongo que le gusta no aprender sobre ese hecho tan especifico. Es que debe ser masoquista, sí, esa debe de ser la explicación.

Por que se va a arrepentir. Todo el mundo lo sabe, los astros, las estrellas, yo lo sé y finalmente ella. Sobre todo ella.

24 de abril de 2014

¿Por qué has vuelto?

No es justo que llames.

No es justo que llames como si nada cuando yo ya ni te recordaba como los últimos días.




23 de abril de 2014

Lo sé

Mi hermano podía intentar averiguar lo que me estaba ocurriendo. Obviamente no iba a decirle lo que sentía incluso si eso me ayudaba a averiguarlo. Ya me había ablandando lo suficiente en mi cabeza como para querer comenzar a exteriorizarlo. 

Y aún así, no lo comprendía; esto, no comprendía el por qué de esto. 

No comprendía el porqué de un momento, segundo, instante a otro tu estabas presente allí. En el único sitio que siempre me había pertenecido solamente a mi. Mi mente. 

Bastaba notar que mi respiración se aceleraba más de lo que pudiese recordar jamás cada vez que estabas allí o que debiendo estarlo no lo estabas. Y es que lo cierto es que ya lo sabía todo, no comprendía, pero si lo sabía. 

Todo. Absolutamente todo.  

Desde el primer instante en que vi tus ojos, desde la primera vez en que sentí aquella preocupación, desde el primer momento en que odié tu arrogancia extrema. Desde todos esos primeros momentos supe que iba a odiarte por convertirme en algo que nunca había querido ser, por hacerme sentir que eso que se supone es tan maravilloso se  convirtiera en un martirio absoluto, en algo que sólo me haría dudar de quien se suponía era. 

Lo sabía, siempre lo he sabido, sabía el motivo pero no estaba lista para aceptarlo. No sé si lo estaré algún día, porque ese día aceptaré que me hayas convertido en alguien vulnerable por ti.

Y eso, eso simplemente no puedo aceptarlo.

22 de abril de 2014

Despedida en una estación del tren

A unos cuantos metros en el cielo se elevaba raudo y feroz la tela blanca; salvaje y libre como su propia esencia lo permitía; como la esencia que toda vida había ocultado bajo la apariencia delicada de un pañuelo de dama antigua. Se mezclaba con los danzares de la briza invisible, como en una coreografía de la más importante compañía de teatro, como si de pronto la gravedad ya no existiera más.

16 de abril de 2014

Anillos de ceniza


Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición del sol en pequeños soles negros.

Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta,
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.

Te lo aseguro

Te aseguro que no voy a dejarme superar. Te aseguro que este no será el inicio para recordar un año de serrar lágrimas. 

9 de abril de 2014

Los bombarderos

Nosotros somos América.
Somos los que rellenan los ataúdes.
Somos los tenderos de la muerte.
Los envolvemos como si fuesen coliflores
La bomba se abre como una caja de zapatos.
¿Y el niño?
El niño decididamente no bosteza.
¿Y la mujer?
La mujer lava su corazón.
Se lo han arrancado y se lo han quemado y como último acto lo enjuaga en el río.
Este es el mercado de la muerte.
¿Dónde están tus méritos, América?

Anne Sexton

5 de abril de 2014

Así son las cosas

Y Antonela llega a la nefasta conclusión de que todo lo que siente y ha sentido siempre es absolutamente inexplicable. Es lamentable, pero cierto. 

Jamás ha tenido el control de su vida y cree, que teme absolutamente conseguirlo. 

En realidad, es sólo una verdad absoluta.