30 de marzo de 2014

De primeras veces

La primera vez que Raúl confundió sus sentimientos fue cuando Mónica descubrió que el padre de éste había fallecido. Cecilia era una madre moderna, liberal, pero poseía su genio de furia y en más de una oportunidad terminaba discutiendo con su hijo de par a par, como lo hacen dos adultos.  De las pocas veces que ella había ido a su casa y conocido a su familia no se atrevió a hacer muchas preguntas, como quién era el padre de Ignacio, el hermano pequeño de su amigo, y agradeció a la vida no haberlo hecho nunca pues en medio de una conversación trivial y sin querer se enteró que Raúl Vergara padre, había muerto a principios de aquel año.  

Su poder de improvisación fue tal que Cecilia nunca supo que su hijo Raúl había mentido en algo como aquello invitándola incluso, a una misa que se realizaría por los cuatro meses desde su defunción. Mónica no fue capaz de negarse.

—No te sientas presionada, si no quieres ir no debes hacerlo, al final de cuentas tu ni siquiera conseguiste conocerlo. Y yo sé cómo es hoy en día la juventud sobre la religión y sobre Dios…

—Señora  Cecilia, no se preocupe. No me incomoda ir.

—Gracias querida, es sólo que Raúl parece estar tan a gusto contigo y él no habla mucho sobre su padre desde que todo esto ocurrió. Me preocupa un poco, ya sabes. Pienso que quizás a ti te haya contado algo más. Me gustaría que se sintiera acompañado ese día, eso es todo.

—Descuide, estoy segura de que Raúl piensa mucho en su padre, más de lo que aparenta.

Y algo de razón tenía Mónica en ello. Raúl pensaba casi todos los días en su padre, por pequeños instantes de tiempo y cuando se encontraba solo y sin nada más carcomiéndole la cabeza. Raúl no conseguía superar la muerte de su papá, había escondido por mucho tiempo sus sentimientos y había optado por el olvido pero no terminó resultando del todo bien, porque allí siempre estaba su madre y el pequeño Ignacio para recordarle que hace poco menos de medio año, su padre se había muerto.
Cuando Raúl supo que Mónica se había enterado de la verdad, se sintió como el ser más horrible en la faz de la tierra. Se peleó con su madre diciéndole que era muy entrometida y qué no era necesario que ella anduviese divulgando lástima ante sus amigos; Raúl no era estúpido, bastó con la forma en que las palabras salieron de la boca de su madre para darse cuenta de que Mónica no lo había delatado. Pero aún así, ¿Quién mentía sobre la muerte de su propio padre? Le había mentido a ella  con el ánimo de que se sintiera mejor por su propio drama familiar, pero aún así, muy en el fondo sabía que lo había hecho más que por ella por él mismo. Era un cobarde, siempre lo sería.

Después de caer en su propia mentira, Raúl no tuvo más solución que darle una explicación a Mónica. El sintió la necesidad extrema de hacerlo puesto que durante los dos días siguientes ella no sacó el tema a colación ni hizo ademán de enterarse de lo que en verdad había ocurrido. Para Raúl tal vez hubiese sido más simple que ella preguntase, y el que no lo hiciera no tuvo más efecto que carcomerle el cerebro como si de una tortura se tratase. Se armó de valor, y decidió que le diría la verdad; quizás así ella reaccionase y lo mandara a la mierda, como se lo merecía, después de todo, si no lo hacía por ella al menos debía de hacerlo por su padre, por su recuerdo y porque era la primera vez desde hacía mucho que sentía unas ganas incuestionables de explicar la verdad.

—Tenemos que hablar —dijo él dejando de escribir repentinamente. Se giró sobre su asiento en el pupitre como para llamar su atención. Mónica inalterable como siempre seguía con la mirada al frente copiando  lo que el maestro anotaba en el pizarrón.

— ¿Ocurrió algo? Has estado muy raro desde ayer.

—No te hagas la desentendida. Sabes muy bien de lo que tengo hablarte.

—Está bien, Raúl. —respondió ella dejando de escribir por un instante y mirándolo por primera vez a la cara —Si quieres hacerlo está bien, voy a escucharte. Sólo quiero que sepas que no estoy esperando una explicación. No me la debes —. Raúl sólo se la quedó mirando mientras ella volvía a tomar la lapicera para continuar escribiendo. Si se lo preguntaban, Raúl no entendía muy bien lo que ella había querido decir, en realidad la mayoría de las veces él no entendía muy bien las cosas que Mónica decía, pero le agradaba quedarse escuchando sus largos argumentos y reclamos de una u otra cosa. A veces, por las noches las frases de Mónica repercutían en su cabeza y él intentaba darles una solución o una respuesta que no fuera propia de él; casi nunca lo conseguía y ahí estaba nuevamente preguntándose porque aquella chica, quién se suponía confiaba en él no estaba molesta de que le hubiesen mentido en su cara sobre algo que precisamente no era una pequeñez.   

A cinco minutos de que el timbre de salida sonase, Raúl comenzó a guardar sus cosas en su mochila e hizo lo propio con las cosas de Mónica.

— ¿Oye, qué haces? —preguntó ella con cierta gracia en el rostro.

—Ya va a sonar el timbre.

— ¿Y eso?

— Si no nos vamos a penas suene el timbre, de seguro te vas a entretener con algunos de tus amiguitos de tercero y nos atrasaremos más de lo debido.

— Suenas como un novio celoso.

—Vamos, Mónica… Sólo quiero… Quiero decirte la verdad antes de la misa que preparó mi madre. Ya lo sabes. 

 —Lo sé, tranquilo. Pero no puedo irme enseguida. Citaron a mi madre en la dirección. Ha de estar esperándome en estos momentos —El timbre de salida sonó en ese momento, Mónica tomo de las manos de Raúl su mochila y se la puso al hombro.

—Por qué han citado a tu madre ¿Pasó algo?

—No es nada grave. Nos vemos más tarde ¿sí? Estaré en tu casa a eso de las cinco.

 Y así se fue, dejándolo con las palabras en la boca. No sabía cómo expresar o canalizar lo que estaba sintiendo en ese momento, lo que había comenzado a sentir durante las últimas 48 horas. ¿Por qué razón no podía quedarse así sin más? Después de todo ella ya le había dicho que no esperaba ninguna explicación, para él sería condenadamente fácil olvidarse del asunto quedándose con las palabras de ella, justificándose en ellas. Pero no podía. ¿Quién era esta chica que de pronto se había infiltrado en su vida, desde cuándo le preocupaba todo lo que a ella le pasara? Derrotado tomó sus cosas y se marchó a casa. Hacía semanas que no se había sentido tan confundido y solo.

Tres horas después, Mónica ingresaba a la casa de Raúl. Cecilia le había convidado a pasar mientras le decía que en cosa de unos minutos se marcharían a la Iglesia y un sinfín de cosas más a las cuales Mónica asentía y sonreía más por protocolo que por otra razón. En ese momento Raúl emergió de su habitación y tomó por un brazo a Mónica arrastrándola con él de vuelta a su cuarto. A penas hubieron ingresado, cerró la puerta y le puso pestillo. El grito de Cecilia diciendo que en diez minutos llegaría el taxi se ahogó lentamente tras la puerta.

—La tarde del 5 de Febrero me peleé con mi papá. Se llamaba como yo, Raúl. Teníamos buena relación en general, pero los últimos meses no habían sido los mejores. Se molestaba a menudo porque decía que yo era un vago y que jamás sería alguien en la vida si no cambiaba. Ya sabes, lo que todo el mundo dice de mí. Esa tarde discutimos específicamente porque le dije que no quería seguir trabajando en su empresa durante lo que restaba de vacaciones. Se molestó un montón. Luego de unas horas recibimos la noticia. Accidente automovilístico.

—Raúl no es necesario…

—Le dije que lo odiaba. De verdad lo odiaba —Raúl hizo una pausa y la habitación se llenó de silencio. Mónica jugueteaba con sus dedos y lo miraba de forma cautelosa, sinceramente lo que ella menos quería en ese momento era ver a Raúl desmoronarse o algo por el estilo; ella pensó que si de pronto Raúl perdía los estribos o se ponía a llorar no sabría qué hacer. Quizás le abrazaría e intentaría calmarlo, pero si lo pensaba cuidadosamente, jamás le había gustado mucho consolar a otras personas. —La razón por la que no quise seguir trabajando con él fue porque le descubrí siéndole infiel a mi mamá. Nunca supo que yo lo sabía, pero creo que se lo imaginó en algún momento y supongo que se arrepintió. No es fácil hablar de esto, eres a la primera persona a la que se lo digo.

—Al parecer nuestros padres son demasiado complicados.

—Pero aún así no debí haberte dicho que no lo había conocido… Ni siquiera yo mismo sé muy bien por qué no te dije que se había muerto, no… no tiene lógica. Yo supongo que estaba tan enfadado con él que… No sé cómo explicarlo.

—No es necesario que me expliques nada, ya te lo he dicho. Cuando estés listo para hablar sobre ello, simplemente será el momento, no deberías forzarte a desenterrar esos malos recuerdos, sobre todo si no estás listo para enfrentarlos —dijo Mónica cuando Raúl había intentado explicarle algo que ni él sabía cómo hacer y a pesar de que estaba sumamente confundido sobre lo que trataba de decir con palabras, se cuestionaba internamente el hecho de que no podía comprender la actitud de su amiga, ella cada día se mostraba más y más perfecta y eso era demasiado para una persona como él, lo único que esperaba de ella era que se comportase como una persona normal; que le llenase de preguntas estúpidas y sin sentido; que le recriminara el hecho de haber traicionado su confianza; que lo creyera un maniático con serios problemas mentales; que reaccionara con actitudes propias de sus edades, como no dirigiéndole la palabra durante días o llorando por la mentira de tal magnitud como aquella; Raúl no estaba acostumbrado a tanta comprensión y eso le desesperaba, porque no lograba determinar qué era lo que provocaba Mónica Godoy en su persona, jamás había sentido algo que no pudiera comprender y estaba seguro que no quería que fuese el típico amor de quinceañeros. No quería.

— ¡Mierda! ¡Ese es tu problema Mónica! ¿Acaso no me dirás nada por haberte mentido? Por qué tienes que ser tan… ¿Por qué logras confundirme? ¿Por qué logras hacerme sentir que soy especial?

— ¡Porque eres especial! Lo eres para mí y quiero que confíes en mi Raúl. Y para eso no puedo obligarte a que me cuentes todo, no creo tener ese derecho y si tú no sabes la respuesta a algo cómo se supone que voy a exigírtela. Yo, yo también tengo mis secretos.

—Eres patéticamente tan perfecta, que me desesperas, jamás consigo entenderte.

—No exageres porque sabes que no... —Ella no pudo terminar aquella frase, porque él no espero más y se dio vuelta para besarla, justo en el centro de la habitación, en secreto entre esas cuatro paredes y sin ningún testigo de por medio más que ellos mismos. Raúl tomó entre sus manos el rostro de Mónica atrayéndolo hacía él y la besó sin remordimientos, porque él necesitaba saber qué era lo que le pasaba y aunque aquel fue el primer beso de Mónica, él no lo supo hasta años después. Un beso cargado de confusión, de rabia e impotencia. Un primer beso que jamás ella pensó sería de esa forma, un beso que al final de cuentas no era un primer beso.

Una vez separados los labios y mientras que Raúl  retomaba su respiración -ya que estaba más agitado  por su enojo hacía si mismo, que por el inocente beso- guardó silencio intentando formular una respuesta ante tan repentino suceso. Ella sólo se quedo observándolo, por un lado lo suficientemente confusa y sorprendida por lo ocurrido, por otro obligándose a no confundirse ella misma por aquel beso y todo mientras gravaba en su memoria cada detalle en la expresión de ese ser confundido quien resultaba ser en ese entonces su mejor amigo. La nariz de Mónica en ese momento comenzó a picarle en un leve cosquilleo y sintió como de pronto sus ojos se humedecían. Se remordió los labios obligándose así misma mostrarse indiferente.

—Entonces, ¿Aclaraste algo con esto? —preguntó ella mirándole fijamente  de pie mientras la gota de amargura cruzaba con dificultad por su garganta al ver, que simplemente él hundía su cabeza entre sus brazos al momento en que se sentó al borde de la cama, desesperado, sin decir nada; sin atreverse a mirarla —, será mejor que salgamos de una vez, tu madre nos debe estar esperando —recitó intentando no mostrar la angustia que nació en su interior al no recibir una respuesta. Decidida se acercó al pomo de la puerta, quitó el seguro y se dispuso a abrirla.


—Cuando se trata de ti, jamás puedo aclarar las cosas —pronunció muy bajo Raúl, pero lo suficientemente fuerte para que Mónica escuchase. Ella respiró con valor obligando a sus acuosos ojos no derramar lágrima alguna. 

27 de marzo de 2014

¿Cómo?

¿Cómo dejas de odiar?, ¿Cómo dejas de detestar a quien desprecias?

No puedo siquiera expresar lo mucho que me molesta esta sensación.

23 de marzo de 2014

¡No lo soporto!

No LA soporto. Su voz, odio su voz. Me provoca una sensación de agonía absoluta. Un odio visceral y un miedo in mesurado a la vez. Es un constante sentimiento de estrés.

Una producción casi inevitable de llanto.

Es desesperación pura.

Todo, todo en ella me provoca eso y más.

No lo soporto. Y no sé por qué.

Simplemente

Hay veces en que se me acaban todos ls argumentos para justificar este odio que siento. No consigo mantenerlo en control. Hay veces en que no consigo entender este odio irracional. 

Como hoy y muchos otros días. 

18 de marzo de 2014

Valiente

Agarré los rollers y me lancé a la calle; me fui a la universidad, ida y vuelta.

Sola.

14 de marzo de 2014

Retorno

Luego de un mes, he vuelto a patinar.

Hacía tiempo que no me sentía realmente feliz.

13 de marzo de 2014

Incontrolable

A cada minuto me supera. 
Es como convertirse en polvo, como desvanecerse, como destruirse. Es como si me evaporara. 
Y lo peor, es que ni siquiera me muero; porque todo apunta a que no hay final. Esto no es más que mi propia eternidad. 

10 de marzo de 2014

Algo así.

Todos tenemos un cristianismo heredado (ya que ninguno de nosotros conoció a Cristo directamente). Pero para mí, cristianismo heredado significa —crudamente— que gracias a dios soy ateo , que no creo en los ídolos, ni que Dios esté aquí o allá; no sé ni siquiera si creo que Dios existe como un objeto. ¿Dónde estaría? ¿En el cielo? ¿Debajo de la tierra? Encima, después, dado que existe, debe ser representado. Y dado que tiene que ser representado, lo representa el Papa. Y si el Papa representa a Dios, se vuelve autoridad. Hay que dejar de lado todo esto en nombre del Evangelio.

2 de marzo de 2014

Confesión de ultimo momento

Antonela se ha percatado de que hay muchas cosas sobre las cuales escribir. Quizás ha salido de su letargo que parecía ser infinito; ojala Emilio estuviera cerca para ser participe de todo lo que viene en adelante. 

Es extraño, porque ni Antonela ni yo habíamos pensado en Emilio hacía tiempo. Quizá no tanto como quisiéramos.

Habrá de escribir sobre él. Sería bueno, como en los viejos tiempos. 

El derecho a la Ebriedad

"Se ha dicho que el hombre es un mono que se comió un hongo alucinógeno. No sé si el hombre es un mono que se comió un hongo alucinógeno o un ángel que dejó de comer hongos. Que cada uno fantasee con el imaginario que más les guste. Lo que si sé es que el mono, como el hombre "se drogan" desde que pueden hacerlo". 

Javier Esteban.