7 de enero de 2014

EL DÍA DE UN ÚLTIMO SUSPIRO QUE SE TRANSFORMA SIEMPRE EN EL PRIMERO

Es fuerte, grande, inmenso. Como el mar en su mayor esplendor salvo la notoria diferencia de que el mar también puede ser hermoso. Esta angustia antes lo era y hemos de suponer que así como las personas cambian, también lo hacen otras cosas, aunque esta angustia no sea una cosa después de todo.

Lo he pensado quizás un millar de veces, también lo he escrito unas cuantas más; la vida se me pasa como un flash ante mis ojos y lo cierto es que no sé si es una expresión propia o la plagie de algún lugar y es que la vida se ha trasformado en un plagio constante, en una mentira en una tragicomedia que poco tiene de drama y casi nada de comedia. Jamás conseguiría un óscar, de eso estoy segura. 

Es todo tan grande, tan inmenso y a la vez tan minúsculo que ya no es posible saber si es real o completamente falso. Sólo es un limbo interminable, insufrible y completamente devastador a a vez.

Ya no sirve sentirse fuerte, ya no sirve ser débil. Sólo se está y eso te mata, lo malo de todo es que no te mueres. Realmente no te mueres.

Y por eso vuelves a suspirar. Vuelves a olvidar. Vuelves a sufrir. 

Crees que suspiras por última vez pues has decidió encaminar no sólo tu vida sino que tu maldita forma de pensar, tu miserable forma de vivir, tu angustiante forma de ver las cosas que te rodean hasta que te equivocas y tropiezas con la misma piedra; vuelves a caer en la mierda que no se ha querido ir de tu existencia, te aferras a esa mierda como si fuese lo único verdadero que sientes porque así lo quieres, porque esa mierda es lo único que te hace pensar que estás vivo. 

Y luego te preguntas porque ha acabado todo de la forma en que está. Jodido. Mil veces jodido. Es un circulo vicioso que está allí aunque tu no quieras, simplemente porque eres débil, y pretendes no serlo, porque no eres capaz de enfrentarte, porque definitivamente eres cobarde. 

Yo suspiro y aún no estoy segura de porque lo sigo haciendo.